jueves, 29 de enero de 2015

CAPÍTULO 15 - YO NUNCA

Estábamos a principios de febrero y a Catherine le quedaban solo dos exámenes para terminar el cuatrimestre. Habíamos almorzado mis deliciosos macarrones gratinados, preparados con cariño para el disfrute de mi chica. Había sobrado para un plato más, así que lo dejé en la nevera por si le apetecía a Elaine o alguno de nosotros quería repetir. Me senté frente al ordenador y consulté mi correo una vez más. Publicidad, un aviso de cumpleaños de dos amigos en una red social y, por fin, la respuesta que llevaba esperando tanto tiempo. Hice click en el mensaje de Thomas Carter, el periodista:

Hola Dean,
Me alegro que hayas optado por la vía electrónica, es mucho más fácil y económica. Siento haber tardado tanto en responder, he estado bastante ocupado.
Hace unos días pasé por el pueblo en el que estaba viviendo Faheema y siento decirte que ya no está con el primo de su padre. No he preguntado directamente, pero se rumorea que se marchó con el comerciante pakistaní hará una semana. Me he estado informando y ese tipo no es trigo limpio: trafica con niños, los trata como esclavos, los prostituye o los envía como niños bomba a cambio de una sustanciosa cantidad de dinero o bienes.
Faheema es una chica lista, sabrá arreglárselas. Haré todo lo que esté a mi alcance para encontrarla, pero no te mentiré, ya es "de su propiedad", le pertenece, así que me será imposible liberarla, lo único que podría hacer sería ver cómo se encuentra, eso en el caso de que logre localizarla.
Se que no es ético pero te recomiendo que te olvides de ella y vivas tu vida lo mejor posible. Eres joven, tienes familia, amigos, pareja y un próspero futuro por delante, no lo tires todo por la borda.

Te aconseja tu amigo, Thomas Carter.

Eso no solo no era ético, era inhumano. No podía abandonar así como así a alguien que me había pedido ayuda, aunque hasta la fecha no hubiera podido hacer nada para echarle una mano. Me sentía terriblemente mal, un completo inútil. Se me habían ocurrido unas cuantas ideas para sacarla de allí pero ninguna era lo suficientemente realista y práctica para que saliera bien. Empecé a escribirle una respuesta:
Eres un inhumano. - Lo borré y empecé de nuevo.
Primero, gracias por tu contestación, Thomas. Segundo, se que lo has dicho con la mejor intención del mundo pero ¿cómo se te ocurre pensar que voy a vivir tranquilo dejando a un ser humano pasar por esas calamidades y más a una niña inocente? - Tomé aire y suprimí la última frase. Esto era más difícil de lo que pensaba.
Catherine entró en la habitación, ya que yo había cocinado, ella se había encargado de lavar los platos, era lo justo. Colocó las manos sobre mis hombros y me los masajeó ligeramente, apoyé la mejilla contra su mano.
- ¿Qué haces? - Preguntó curiosa.
- Thomas me ha respondido al correo que le envié hace semanas.
- ¿Malas noticias?
- Juzga por ti misma. - Abrí el brazo, invitándola a sentarse en mi regazo. Aceptó mi invitación y se inclinó hacia la pantalla.
Su rostro cambió de neutro a triste mientras terminaba la lectura. Le dí un suave beso en la parte superior del brazo, que quedaba a la misma altura que mis labios.
- Es horrible. - Dijo finalmente. - Entonces, ¿no hay ninguna forma de ayudarla? ¿No se puede denunciar a los del defensor del menor o a alguna asociación que se dedique a esto? - Me miró con indignación y pena y me encogí ligeramente de hombros, con la mente demasiado ocupada buscando una solución como para responderle. - No es justo, nadie hace nada para ayudar a esos pobres niños que lo están pasando tan mal, el ejército no interviene, y si interviene es para matarlos. Solo buscan riqueza, si no hay petróleo de por medio no les interesa ayudar...
Se volvió hacia mi, todavía en mi regazo, y me abrazó. Cerré los ojos, su contacto me relajó y me hizo sentir como si todo fuera a salir bien aunque en el fondo sabía que no iba a ser así. No sabía cuánto tiempo había durado ese abrazo, de lo que estaba seguro era que ella iba a permanecer a mi lado para apoyarme en lo que hiciera. Se recolocó sobre mis piernas, mirando hacia la pantalla.
- ¿Qué le vas a responder?
- ¿Además de que es un insensible por aconsejarme eso y que no me diga cómo debo vivir mi vida? No se me ocurre nada.
- No lo ha dicho con mala intención. - Lo sabía, pero no lo iba a admitir. Se quedó pensativa. - ¿Puedo? - Me pidió permiso, señalando el teclado. Asentí y sus dedos escribieron con rapidez, siempre se le habían dado mejor las palabras que a mí. Se detuvo y me miró. - ¿Qué te parece esto?
Lo leí:

Hola, Thomas.
Primero, gracias por tu contestación. - Hasta ahí era lo que yo había escrito. - No hace falta que te disculpes por la tardanza, imagino que tendrás muchas noticias que cubrir en un lugar donde ocurren tantos sucesos que deben ser conocidos por el mundo.
Gracias también por ponerme al día con lo que sabes de Faheema, aunque lamento oír esas novedades. Se que es una chica muy valiente pero necesita ayuda. Hazme saber si puedo hacer algo para echar una mano, tanto a ella como a tí en tu propósito de darle auxilio.
Aunque agradezco tu consejo, no voy a rendirme tan pronto. Por favor, mantenme informado.

Tu amigo, Dean.

- ¿Cómo sabes que Faheema es muy valiente?
- Lo he deducido por lo que me has contado de ella. Entonces, ¿te gusta?
- Yo no le hubiera dado las gracias por el consejo pero sí, me gusta. - Lo envié y le besé. - Gracias.
- Para eso estoy.
Se quedó un rato más en mi regazo hasta que tuvo que retomar su estudio. El descanso había acabado.

El cielo estaba nublado aunque no hacía demasiado frío así que, siguiendo mi nueva rutina, había ido a correr. Me notaba más en forma, más ágil y con más resistencia, ahora podía recorrer la misma distancia que hacía un mes pero sin cansarme. Me quité los auriculares y entré en el piso.
- ¿Catherine? - Pregunté al no verla.
- ¡En la ducha! - Gritó para que la pudiera oír. Entré en el baño y vacié mi vejiga. - ¿Qué tal el paseo? ¿Has corrido mucho?
- Un poco más que el otro día, parece que ya vuelvo a estar en forma. - Me lavé las manos.
- Yo siempre te he visto en forma. - Cerró el grifo y salió de la ducha, poniendo los pies en la alfombrilla que había debajo. - ¿Me pasas el albornoz? - Lo cogí pero me lo pensé mejor antes de dárselo.
- ¿Qué me das a cambio? - Le dediqué una media sonrisa y me acerqué lentamente, recorriendo su cuerpo desnudo con la vista. Sonrió tímidamente, se puso de puntillas y me besó. El vapor había hecho que se le encresparan los cortos mechones que se le escapaban de su cabello recogido en lo alto de su cabeza.
- Hubieras esperado cinco minutos y te hubiera hecho compañía en la ducha. - Tuvo un escalofrío por el cambio de temperatura y se le pusieron los vellos de punta. Le eché el albornoz sobre los hombros.
- Lo sé. Muy pronto. - Susurró con una sonrisa. Me lo tomé como una promesa. Nos alejamos y se cerró el albornoz. - Me voy a cambiar que me está empezando a entrar frío.
Me duché mientras Catherine se preparaba para ir a repasar a la biblioteca con Sam y Katy. Decía que de esa forma se le quedaba mejor lo que había estudiado y era una forma amena y diferente de aprenderse los temas. Cuando salí, Catherine llevaba unos pantalones vaqueros y una sencilla camiseta de mangas largas bajo su chaqueta de cuero negra, me la encontré en la habitación.
- Te estaba esperando para irme. - Cogió su bolso y me dio un beso. - No se cuánto tiempo nos llevará repasarlo todo, por si acaso no me esperes despierto.
- Vale, que te cunda el estudio.
- ¡Gracias! - Me lanzó un beso con la mano. A través de la ventana le observé montarse en la parte trasera del coche de Sam, Katy estaba en el asiento del copiloto. Me vestí, encendí la tele y me preparé un bocadillo de tortilla para cenar.

Casi una hora después llegó Elaine, bastante contenta.
- Hola, grandullón. - Me revolvió el pelo y dejó un gran bolso negro de mano sobre la mesa del salón con delicadeza. - ¿Dónde está Cath?
- Ha ido a estudiar. - Puso los ojos en blanco.
- No tiene remedio... - Sacudió la cabeza y abrió su bolso. - Pues traía algo para los tres. - Sacó una botella de whisky. - Te presento a mi amigo Daniels, Jack Daniels. - Dijo cambiando la voz. Me la tendió y observé la marca.
- ¡Vaya! ¿Qué celebramos?
- Estaba esperando esa pregunta. ¡El fin de mis exámenes! - Exclamó abriendo los brazos. - Esperaba que también estuviera Catherine pero bueno. - Se encogió de hombros y sacó también del bolso vasos altos de chupitos. - Más para nosotros. - Se quitó las botas de un tirón y las lanzó a su habitación, una entró pero la otra se quedó en el umbral de la puerta. - ¡Casi! - Murmuró. - Voy a mear, ahora vengo. - Volvió la cabeza y negó con un dedo. - No vayas a empezar sin mi. - Me dio la sensación de que ella ya había empezado a celebrarlo mucho antes.
Observé de nuevo la botella, tenía 40 grados de alcohol. No iba a ser la primera vez que bebiera pero sí la primera en probar el whisky. Me preguntaba a qué sabría. Elaine volvió enseguida y se sentó en el suelo frente a la mesa con las piernas cruzadas, yo seguía en el sofá. Apagó la televisión y retiró todo lo que había en la mesa para hacerle sitio a los vasos y a la botella.
- Tengo una idea, ¿jugamos al "yo nunca"? - Sugirió. Abrí el tapón no sin dificultad.
- Vale, ¿tú cómo lo juegas? - Llené los vasos.
- Uno dice: yo nunca he hecho esto, si el otro lo ha hecho bebe, sino, bebe el que ha hablado. - Nunca había jugado de esa forma pero parecía divertido.
- De acuerdo. - Alzó su vaso y brindamos. Vaciamos el contenido del chupito de un sorbo y noté un ardiente calor recorriéndome la garganta. No estaba nada mal.
- Empiezo yo. Comencemos por algo suave... - Se quedó pensativa. - Yo nunca he estado fuera del continente Europeo.
Bebí.
- Me toca. Yo nunca había probado el whisky hasta ahora.
Puso los ojos en blanco y bebió.
- Por ese yo nunca tan estúpido te exijo que hagas otro. - Me pidió que le rellenara el vaso y pensé en otra frase.
- Vale, ¿qué te parece este? Yo nunca me he hecho un tatuaje.
Bebió.
- Mejor, pero te lo tienes que currar más.
- ¿Qué es? - Pregunté curioso.
- Un dragón negro desde la cadera hasta que empieza el muslo. Me encantan los dragones. - Añadió. - Vale, mi turno. Vayamos con algo más fuerte. - No tuvo que pensarlo mucho. - Yo nunca lo he hecho en una cocina.
No bebí así que ella tuvo que hacerlo.
- ¿Tampoco? Está en mi lista de sitios pendientes...
- ¿Tienes una lista?
- Escrita no, está en mi mente. - Asentí.
- Yo nunca lo he hecho con dos personas a la vez.
No bebió.
- ¿No? - Dije sorprendido.
- No, tengo mis límites. Bebe. - Empujó mi vaso para que lo vaciara.
- Yo nunca me he enamorado. - Dijo sin mirarme. Bebí, estaba absolutamente enamorado de Catherine por muchos alti-bajos que tuviéramos.
- ¿Nunca? - Negó con la cabeza. - ¿Entonces tu primera vez fue sin amor? - Me sorprendí. Normalmente las chicas solían esperar a estar enamoradas y convencidas de estar seguras de ello antes de hacerlo, aunque claro, cada persona era un mundo.
- ¿Tan raro te parece? Me han atraído, gustado y he tenido flechazos por muchas personas pero nunca me he enamorado con todas las letras. ¿Cuándo fue tu primera vez, por cierto?
- A los 18, con Catherine.
- ¡Qué tarde! - Esta vez la que se sorprendió fue ella. - Y con lo guapo que eres pensaba que habías tenido cientos de ligues antes de conocer a Catherine. ¿También fue tu primer beso? - Negué con la cabeza. Mi primer beso había sido con 8 años mientras jugaba con un amigo del colegio y su vecina, y fue ella la que se lanzó a por mí. Recuerdo que me limpié la boca asqueado, a esa edad no estaba interesado en chicas. - Menos mal, me habías asustado.
- ¿Y tú?
- Primer beso a los 12 y primera vez a los 14.
- Pero si eras una niña... - Se encogió de hombros.
- Siempre he sido muy precoz para mi edad. - Explicó. - Tu turno.
- Yo nunca me he acostado con alguien de mi mismo sexo.
Bebió y esperé que hiciera algún comentario.
- ¿Esperas que te de detalles o algo?
- No, no hace falta. - No sabía por qué sentía curiosidad sobre ese tema. Puso los ojos en blanco.
- Ya, claro, estás deseando escucharlo. Pues fue en uno de esos viajes de intercambio en los que vives durante un tiempo en casa de otra familia. Era dos años mayor que yo, estábamos solas y simplemente ocurrió. Fue más por probar que por otra cosa. ¿Contento? Más vale que no te masturbes pensando en mi y en mis experiencias sexuales. - Hizo una mueca mientras señalaba mis partes bajas.
- Yo no me masturbo. - Repliqué, de repente avergonzado.
- ¿Ah, no? - Puso los ojos en blanco. - Por favor, Dean, estamos en confianza. Es más, te escuché ayer en la ducha y se que Catherine no estaba contigo. - Me quedé sin palabras. - ¿O a lo mejor es que te frotas con muchas ganas? - Puso una media sonrisa - ¿Cuándo fue la última vez que lo hicisteis? - Guardé silencio. - Vamos, yo te he contado mi momento lésbico.
- El día que volví del pueblo, cuando nos pillaste en el sofá.
- ¡Buff! ¿Y eso cuándo fue, hace tres semanas? - Asentí. Tres semanas y dos días. - Pobrecito, te tienen que estar a punto de explotar los huevos. - Tan clara y directa como de costumbre.
- ¿Y tú?
- Esta tarde.
- ¡¿Esta tarde?! - Sabía que llevaba menos tiempo sin hacerlo que yo pero no me esperaba que fuera tan poco. - Pero, ¿cuándo...? Yo pensaba que habías estado haciendo un examen.
- ¿Y eso que tiene que ver? Termine con mis obligaciones estudiantiles y después salí a celebrarlo. Me hubiera quedado hasta más tarde pero la gente es muy aburrida y tiene cosas que hacer. - Tomó un trago por su cuenta y rellenó el vaso vacío.
- Me toca. - Continuó y me miró con una sonrisa extraña. - Yo nunca me he masturbado mi miembro masculino en la ducha en los últimos tres días.
- Has sido bastante concreta. - Bebí, admitiendo con ese gesto que ella tenía razón. - Yo nunca lo he hecho en un sitio público.
- ¿Bromeas? - Bebió. - Es divertidísimo, deberías probarlo un día. Menos en la playa, no te lo recomiendo a menos que estés muy necesitado. Se te llena el culo de arena y lo que no es el culo también. - Hizo una pausa. - A partir de ahora te voy a hacer preguntas más precisas. Yo nunca le he practicado sexo oral a Catherine.
- ¿Eso vale? - Bebí mientras le miraba entrecerrando los ojos.
- Yo he propuesto el juego así que yo pongo las normas. - Me dedicó una sonrisa triunfante.
- Si te pones así... Yo no me he acostado con el camarero pelirrojo del restaurante japonés hoy.
- No has dicho "yo nunca" pero la doy por buena. - Bebió. - Se llama Leo, por cierto.
- Un nombre raro, pero le pega.
- Opino lo mismo. Imagínate durante un orgasmo gritando su nombre. ¡Leo, Leo, Leo! - Gimió mientras se movía simulando estar haciéndolo. Cogió su vaso. - Parece que quieres que todo el mundo sepa que estás leyendo algo. - Se lo bebió y reí, no lo había visto de esa forma.
- Ah, se me ha ocurrido una normal. - Dijo tras rellenar su chupito. - Yo nunca he pillado a mis padres haciéndolo.
- ¿Y esa es normal? Es asquerosa. - No bebí, nunca me había encontrado en esa situación y esperaba que siguiera así. - Por no encontrarnos jamás a nuestros padres dándole al tema. - Propuse un brindis, ella asintió y chocamos nuestros vasos.
Continuamos el juego hasta que solo quedaron dos dedos de la botella. Elaine había tomado más chupitos pero yo no estaba acostumbrado a beber así que nos encontrábamos en las mismas condiciones. Fui yo el que decidió parar el juego, tenía la cabeza embotada y me estaba empezando a entrar mareo. Elaine se había quitado la cazadora. Llevaba unos pantalones de cuero ajustados y una camiseta blanca de tirantes gruesos rota en algunas zonas estratégicas, insinuando más que enseñando. Yo iba con la ropa de casa: un pantalón de chandal cómodo y una camiseta de manga corta.
- Quiero bailar. - Comentó. Se fue ligeramente hacia un lado cuando se puso en pie. - Tengo las piernas dormidas. - Se excusó.
Entró en su habitación, esquivando por muy poco la bota que se había quedado en la puerta, y salió con unos altavoces que enchufó a su reproductor de música portátil. El salón se llenó con canciones ritmosas y fáciles de bailar y me tendió ambas manos para que me levantara del sofá.
- Vamos, grandullón. - Accedí y me sentí torpe y adormecido al lado de Elaine, que se movía con soltura y movimientos sensuales.
En una parte de la canción en la que decía textualmente "toca, toca, toca", Elaine obedeció y me pasó las manos por el torso, bajando desde el pecho y parando antes de llegar a mis pantalones. Me dio la espalda y movió el trasero mientras que yo no pude evitar mirárselo, era casi hipnótico. La música descendió y se pasó a la siguiente melodía.
- ¡Me encanta esta canción! - Subió el volumen y se puso a saltar y cantar, cogiendo la botella como si fuera un micrófono. Su escote era provocador y los saltos no ayudaban a que lo fuera menos. Me invitó a saltar con ella, aunque a los dos saltos paré y le seguí el ritmo con la cabeza, cantando con ella parte del estribillo. Que mi prótesis me estuviera dejando de dar graves problemas no significaba que tuviera total libertad de movimientos ni que no notara una ligera molestia en la zona de unión de vez en cuando.
Aguantamos así un par de canciones más hasta que me dejé caer en el sofá, cansado. Ella se sentó a mi lado, aprovechando el final de una de ellas para descansar. Sus pechos rebotaron al sentarse. Cogió la botella de whisky y la movió, observando lo que quedaba.
- Un poco para tí. - Se acercó más a mi y la colocó sobre mi boca como si fuera un biberón. - Eso es. - La retiré después de un par de tragos y sentí la cabeza más embotada, no podía pensar con claridad. - Bien hecho, grandullón. - Me dio unas palmaditas en el muslo y dejó la mano allí mientras vaciaba la botella con tres largos tragos. Cerró los ojos de lo fuerte que estaba y una gota resbaló de su boca, rodó por su barbilla y le cayó justo en el cananillo, o canalón en su caso. Apoyó la cabeza en el respaldo, junto a la mía.
Nos miramos. Sus labios estaban tan cerca que solo me hubiera bastado con estirar el cuello para besarla. Ella parecía estar pensando lo mismo. Su mano subió por mi pierna y descansó en mi entrepierna. Dirigí la vista hacia allí y ella me levantó la barbilla con la otra mano, haciendo que volviera a encontrarme con su magnética mirada. Tenía los ojos castaños, puros, sin ninguna otra tonalidad, pero lo que realmente atraía era su forma de mirar. Me besó. Sus labios sabían a alcohol, a lo salvaje y a lo prohibido. Me cogió una mano y me la colocó sobre su pecho. Era esponjoso y me ocupaba toda la palma de la mano, incluso podría decir que era igual de grande que ella. Me aparté.
- Estás borracha. - Argumenté con la boca pastosa. Le quité la mano de mi bragueta.
- No lo estoy, tengo más aguante del que piensas. - Intentó besarme de nuevo pero me alejé.
- Quiero a Catherine. - Dije con seguridad y volví la cabeza hacia el otro lado lo que me costó un fuerte mareo. Cerré los ojos para evitar ver las paredes moverse.
- Pero también quieres hacerlo. - Subió la mano por mi muslo de nuevo. Me levanté tan bruscamente que los contornos de mi visión se oscurecieron un instante antes de volver a la normalidad. El salón giraba a mi alrededor y di unos pasos vacilantes antes de recuperar el equilibrio.
- No, no quiero.
- Pues tu otra cabeza no opina igual. - Señaló mi pantalón. A través de la fina tela de algodón del chándal se marcaban mis evidentes ganas de sexo.
- Me voy a la cama y tú deberías hacer lo mismo. - Di unos pasos y luego me volví hacia ella. - Pero cada uno a la suya. - Le dejé claro, por si acaso. Todavía notaba el sabor de sus labios en los míos.

Noté que alguien se tumbaba a mi lado, bajo las sábanas. Di un brinco, con el corazón latiéndome con fuerza. Abrí los ojos de golpe, la habitación estaba completamente a oscuras.
- Shhh, sigue durmiendo. - Me susurró Catherine a mi espalda. Por un segundo había pensado que Elaine se había atrevido a meterse en mi cama. Me volví hacia ella. - Siento despertarte.
- ¿Qué hora es? - Pregunté con la lengua pastosa y un regusto a alcohol en la boca.
- Las tres de la mañana.
- ¿Acabas de venir? - Dije extrañado.
- Sí, entre repasar un tema y otro se nos ha hecho tarde. - Me buscó el rostro con ambas manos. - ¿Has estado bebiendo? - Afirmó más que preguntó tras oler mi aliento.
- Sí, Elaine quería celebrar que ha terminado sus exámenes. - Respondí. Me besó.
- ¿A qué sabes? - Comentó riéndose en voz baja.
- A whisky. - Y a los labios de Elaine. Se acomodó a mi lado, con la cabeza apoyada en mi pecho.
- Me alegra que os llevéis tan bien Elaine y tú. - Hizo una pausa. - ¿Sabes? Al principio pensaba que convivir con ella nos iba a traer problemas pero me equivocaba.
Permanecí en silencio, no podía decirle que quizás tenía razón, que había sido una mala idea vivir con ella. Debería haber visto venir que Elaine intentaría algo conmigo, pero, de todas formas, no había pasado nada, le había parado a tiempo. Entonces, ¿por qué me sentía tan culpable?

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