miércoles, 21 de enero de 2015

CAPÍTULO 14 - LEO

Mi rutina cambió durante esos días en los que la estresada y estudiosa Catherine se había adueñado de mi chica. Iba a correr casi todas las tardes, la mayoría de las veces solo, otras acompañado por Roderic. Echábamos un partido de baloncesto a la semana y me sentía ágil y normal, aunque aun tuviera una ligera cojera. Thomas todavía no había respondido a mi correo, lo revisaba todos los días y buscaba casos parecidos en internet para encontrar una solución a la situación de Faheema sin resultado alguno. Evitaba hablar con mi padre y las conversaciones por teléfono con mi madre eran superficiales y breves. Ya que Catherine siempre estaba ocupada, me entretenía jugando al videojuego que me regaló por mi cumpleaños y viendo una serie de comedia que echaban todos los días en la televisión con Elaine. No hacía falta decir que las muestras de cariño entre mi novia y yo eran escasas e insuficientes para un chico de 22 años que convivía con dos preciosas mujeres.
Era por la tarde, ya habíamos comido y estaba acomodado en la cama con el portátil de Catherine en mi regazo, dando tumbos por la red tratando de ocupar mi tiempo. Ella estaba sentada en el asiento bajo a la ventana, con los apuntes sobre sus piernas, repasando. Era el mismo sitio que solía utilizar cuando se ponía a leer. Me encantaba contemplarla y observar sus reacciones conforme avanzaba en su lectura. Llevaba de nuevo mi sudadera roja y esas mallas negras ajustadas. El sol alumbraba su rostro y en sus ojos resaltaba más el verde que el marrón. Tenía una pequeña vena hinchada a un lado de la frente por el esfuerzo de estudiar.
- Dean. - Dijo sin apartar la vista de sus papeles. - Deja de hacer eso.
- ¿El qué? - Pregunté. Ella dirigió su mirada hacia mi.
- Mirarme, me desconcentras. - Le sonreí y dejé el ordenador a un lado. Fui cojeando, pues había dejado la prótesis a los pies de la cama, hasta su lado. Apartó las piernas para dejarme sitio.
- A lo mejor te vendría bien desconectar un rato. - Le besé y recorrí lentamente su cuello con mis labios.
- No sé, tengo que tener terminado el trabajo del señor Shu para mañana a mediodía. - Le quité los apuntes y los dejé sobre el escritorio estirando el brazo.
- Todavía tienes tiempo. - Le acaricié las piernas lentamente, subiendo las manos con suavidad desde sus tobillos hasta los muslos. Exhaló el aire de sus pulmones tras recorrerle un escalofrío. Me detuvo.
- No tengo tiempo y mucho menos si no me dejas terminar de estudiar este tema. - Recuperó sus apuntes y me dio un pequeño beso, solo rozándome los labios. - ¿Por qué no quedas con Roderic?
- Tiene que ensayar para una importante prueba musical. Se va a pasar toda la tarde tocando el clarinete. - Como yo si la situación no cambiaba...
- ¿Y con Elaine? Creo que iba a una exposición o algo esta tarde. ¡Elaine! - La llamó. Esta golpeó la puerta con los nudillos y la abrió tapándose los ojos con una mano.
- ¿Estáis vestidos? Ni se os ocurra proponerme que me una a vosotros. Puede que no lo parezca pero no me van los tríos.
- No es eso. - Le aclaró Catherine. - ¿Vas a salir esta tarde?
- Sí, voy a la exposición de arte callejero que se inaugura hoy.
- ¿Por qué no te llevas a Dean? - Preguntó como si yo no estuviera delante y fuera un perro al que tuvieran que sacar a pasear.
- Vale, salimos en quince minutos. - Me avisó señalándome con el dedo y cerró la puerta.
- ¿Una exposición de arte? - Me quejé mirando a Catherine. Se encogió de hombros.
- ¿Tienes algún plan mejor? - Quedarme encerrado toda la tarde en la habitación con ella, pero ya que eso no podía ser accedí.

Elaine me llevó a un edificio en una parte de la ciudad en la que no había estado nunca. Al contrario de lo que yo pensaba había que hacer cola para entrar. Un cartel indicaba que la exposición de arte urbano estaba dentro.
- Pensaba que habías dicho que era arte callejero. - Comenté.
- Y así es. Concedieron este edificio a la Escuela de Arte donde estudio y unos pocos privilegiados han tenido el honor de pintar con spray sus paredes y dejar plasmado una parte de ellos en su interior. - Habló con admiración y orgullo. Parecía emocionada por entrar y decidí no hacer bromas al respecto.
Una vez dentro, caminamos siguiendo los pasillos y las discretas indicaciones que nos llevaba a distintas formas de expresión. La mayoría habían aprovechado los recovecos, grietas y plantas que crecían en ese edificio abandonado para dar más vida a sus obras de arte. Me detuve frente a una pared en la que habían dibujado a una mujer desnuda encogida sobre si misma entre dos muros que decían sociedad y machismo. A pesar de estar completamente desnuda, no se le veía ninguna parte "censurable" de su cuerpo y el rostro lo tenía oculto tras su largo cabello, que le caía ondulado e indomable, tapándole un ojo. Su expresión y su postura me transmitieron la rabia y frustación que debía estar sufriendo esa mujer.
- ¿Te gusta? - Preguntó Elaine. Asentí, observando cada detalle del dibujo. - Fue un boceto que hice hace unos años, por entonces me sentía así. - La miré sorprendido.
- ¿Lo has hecho tú?
- Sí. - Volvió su vista a la pared y yo hice lo mismo. - Estaba avergonzada de mi cuerpo, de que me gustara tanto el sexo, de que los demás me etiquetaran a la ligera, sin conocerme realmente. ¿Por qué cuando un hombre se acuesta con muchas mujeres es un máquina, un ligón y cuando es al contrario a la mujer la ponen de fresca para arriba? - Resopló y murmuró para si misma. - Maldita sociedad patriarcal...
Me quedé en silencio observando su obra y pensando en lo que tuvo que pasar Elaine para que de esa experiencia surgiera aquello.
- Ven, te voy a enseñar mi preferido. - Tiró de la manga de mi chaqueta y la seguí.
Subimos a la primera planta y entramos en lo que debía haber sido en su tiempo un cuarto de baño. De la pared sobresalía una tubería que habían doblado hacia abajo, como si se hubiera derretido, y pintado como un fusil de asalto. Habían dibujado a un soldado con la cabeza hacia abajo sujetándolo, mirando a una niña con coletas que le abrazaba con expresión triste y unos grandes ojos suplicantes. El rostro del soldado era de compasión. Eso me recordó a Faheema, su petición, la guerra, la sangre, el dolor, los muertos... Salí de allí notando que me faltaba el aire. El no saber cómo ayudarla me estaba matando, como Thomas no me respondiera pronto iría a buscarla yo mismo. Fui a la terraza y Elaine me alcanzó.
- Para tener solo una pierna eres muy rápido. - Bromeó y se apoyó en la inestable barandilla a mi lado. - Es precioso, ¿verdad? - La miré y vi que estaba observando el jardín de la planta baja. Lo habían recortado como un laberinto y dibujado en el centro una niña persiguiendo a un conejo blanco. No respondí, aun estaba pensando en la otra obra.
Guardó silencio. No me preguntó qué me había ocurrido ni trató de entablar una conversación. Se quedó allí, sin decir nada, haciéndome compañía mientras intentaba recomponer una vez más las piezas rotas que me formaban.
- ¿Te apetece un onigiri? - Dijo al cabo de un rato.
- ¿Un qué?

El onigiri resultó ser un tentempié japonés que consistía en una bola de arroz, con forma esférica o triangular, rellena de otro ingrediente a elegir, que podía ser pollo, atún con mayonesa, arroz rojo, ciruela, etc. Resumiendo, el típico arroz en forma de triángulo con un alga oscura que siempre aparecía en los dibujos animados japoneses.
Elaine me llevó al barrio chino y nos sentamos en una mesa de un pequeño restaurante japonés. El chico chino, japonés o coreano de la entrada nos saludó con una corta reverencia y Elaine le respondió con otra.
- ¿La mesa de siempre, señorita? - Le preguntó a Elaine con una agradable sonrisa que achinó aun más sus ojos.
- Sí, por favor. - Nos llevó hasta una mesa a un lado del local con vistas a una relajante fuente de agua con flores de loto flotando en ella. - ¿Qué vais a tomar?
- Lo de siempre y dos onigiris, Hikari. - Ella me miró y me encogí de hombros.
- ¿Qué me recomiendas? - Me dijo varios nombres de platos extraños y elegí el que más normal parecía y un onigiri. Hikari se fue, Elaine apoyó los codos sobre la mesa y me miró descansando la barbilla en sus manos.
- Bueno, Dean. Háblame de ti.
- No hay mucho que contar. - Puso los ojos en blanco.
- Por favor, tu vida debe ser bastante interesante. No todo el mundo tiene una pierna ortopédica... - Sonreí y sacudí la cabeza. Le hice un breve resumen de mi vida, omitiendo los detalles dolorosos y las sensiblerías.
- ¿Y por qué no vas a la universidad? - Me preguntó cuando terminé. Reí a carcajadas.
- ¿Yo en la universidad? Se nota que no me conoces. A duras penas conseguí terminar bachiller.
- No es tan difícil. Te estudias la mitad de los temas y el resto copias de un amigo inteligente que te hayas echado o te haces tu propio guión. - Me guiñó un ojo. El camarero nos trajo nuestra comida, la miré receloso, para el nombre que tenía parecía normal y comestible.
- Gracias. Tú eres nuevo, ¿verdad? - Le preguntó Elaine al camarero. Rondaría nuestra edad, tenía el cabello pelirrojo y los ojos verde oscuro.
- Llevo un par de días, ¿tanto se me nota? - Preguntó cohibido.
- No, es que vengo mucho por aquí y no te había visto antes. - Le sonrió y el chico le respondió con otra sonrisa.
- Pues a partir de ahora me verás a menudo. - Se mantuvieron la mirada un instante y él volvió al trabajo tras desearnos buen provecho.
- Lo que te decía, con un poco de suerte y práctica apruebas. - Concluyó aun mirando al camarero. Se giró hacia mi. - Catherine es demasiado legal, se toma sus estudios demasiado en serio. Nunca ha hecho chuletas, ¿cómo va a ser eso?
- Como tú has dicho, es legal. - Sentí como si atacara a mi novia y le miré molesto.
- No me malinterpretes, me cae bien esa chica. Es solo que a veces me saca de quicio tanta honradez. - No hice ningún comentario al respecto, su honradez era una de las cosas que más me gustaba de ella. Probamos nuestra comida en silencio. Elaine estudió mi rostro cuando probé el onigiri y sonrió.
- Sabía que te iba a gustar. Nunca falla. - Dijo cuando tragué un trozo.
- Está riquísimo. - Le dí otro delicioso bocado. Asintió.
- ¿Sabes? Siempre me he preguntado cómo es Catherine en la cama. - Dijo sin venir a cuento. Me atraganté con el arroz y bebí un sorbo de sake.
- Vaya, no sabía que tuvieras esa inclinación sexual. - Comenté tosiendo un par de veces más.
- Mi etapa de exploración acabó. - Le miré con curiosidad pero no profundizó en el tema. - ¿Te hace cositas? - Curioseó animada.
- No te voy a contar nuestras intimidades, eso es algo muy personal. - Hizo un puchero.
- Venga, solo un poquito. No hace falta que entres en detalles, solo en general. Parece tan buena y dócil... - Pensé en cómo le sentaría a Catherine que hablara de cómo era ella en ese aspecto. - No le diré nada, ni la juzgaré. Lo prometo. - Dudé pero al final cedí.
- Digamos que no es tan tranquila como aparenta, tiene un lado más... salvaje. - Respondí finalmente. Un lado que me sorprendió cuando lo descubrí y a ella también.
- ¡Lo sabía! - Casi saltó en el asiento.
- ¿Ella no te cuenta nada? - Pregunté mientras continuaba comiendo.
- No mucho, solo cosas en general. Aunque tampoco es que hablemos mucho últimamente. - Asentí, la comprendía. - Si quieres te puedo enseñar un par de truquitos, o a ella. ¿Disfrutas cuando lo hacéis?
Estuve a punto de volver a atragantarme.
- Claro que sí. - Contesté.
- ¿Y ella?
- Sí, supongo. - No era a mi a quién le correspondía responder a esa pregunta.
- ¿Supones? Si sigues mis consejos vas a conseguir que se derrita en tus brazos. Te sorprendería la de mujeres que no están satisfechas con su vida sexual.
- Hablas como si fueras una experta. - Me echó una mirada de "es evidente que lo soy".
- Soy mujer y por lo tanto conozco nuestros cuerpos mejor de lo que vosotros creéis saber. Veamos, ¿qué le haces? - Alcé una ceja. - Ah, es verdad. Respetar la privacidad de Catherine. - Se quedó pensativa y se llevó un trozo de su comida a la boca. - Vamos a ver por donde empiezo...
Me explicó con todo lujo de detalles los pasos que debía seguir para que Catherine disfrutara más en nuestros momentos íntimos, la mayoría los sabía aunque no ponía en práctica todos, además de recomendarme las posturas más placenteras para la mujer. Gesticulaba sin cortarse y yo no podía evitar mirar a nuestro alrededor, preocupado porque alguien nos escuchara. Cuando terminó su explicación, tenía la boca seca y unas ganas inmensas de ver a Catherine es ese instante.
- Cada mujer es un mundo pero eso es lo esencial. - Concluyó. Tragué saliva y ella tomó un buen sorbo de sake.
- ¿Y Bryan con 'y' griega te hace todo eso? - Vació la botella.
- ¿Quién? Ah, vale, ese... No se le daba mal pero me dejaba las tetas hechas polvo. - Se las tocó. - Parecía que creía que estaba ordeñando a una vaca. Además, el estar todo el día en el gimnasio y tomar esteroides le habían dejado su cosita diminuta. - Indicó el tamaño dejando un pequeño espacio entre el dedo índice y el pulgar. - Pero se movía bien, hay que admitirlo, y sabía cómo usar su lengua.
Se me hizo una idea bastante clara de para qué la había usado y sacudí la cabeza tratando de deshacerme de esa imagen.
- ¿Ya no estáis juntos?
- En realidad no estábamos lo que se dice juntos. Fueron varios encuentros en unas dos semanas o así pero no éramos nada. Sin ataduras ni complicaciones, mejor así.
Terminamos nuestra merienda-cena comentando los capítulos que habíamos visto de la serie de comedia, reflexionando sobre qué final le darían y haciendo breves comentarios sobre lo buena que estaba la comida.
- Ahora vuelvo. - Me disculpé y fui al servicio. Cuando salí, el camarero pelirrojo estaba en nuestra mesa. Decidí dejarles algo de intimidad, me acerqué a la barra y pedí un onigiri y un rollito de primavera para llevar. Cuando me lo sirvieron me dirigí hacia la mesa.
- Termino mi turno en tres horas, así que...
- Lo tendré en cuenta. - Dijo Elaine con voz seductora. El camarero me vio y pareció entrarle prisa.
- Bueno, enseguida os traigo la cuenta. - Dijo nervioso y se marchó no sin antes dirigirle una sonrisa a mi compañera de piso.
- ¿Interrumpo algo? - Pregunté con una sonrisa pícara.
- En absoluto, solo estábamos charlando. - Me devolvió la sonrisa. Señaló la bolsa. - ¿Qué es eso?
- Para Catherine. - Mi móvil sonó, era un mensaje suyo preguntándome si me lo estaba pasando bien y que cuándo volvería a casa. - Hablando del rey de Roma...
Le respondí y el chico pelirrojo nos trajo la cuenta. Pagamos cada uno nuestra parte y Elaine le dejó una generosa propina al camarero.
- Esto para ti. Has sido muy eficiente, se lo diré a Hikari.
- Gracias, Elaine. Ojalá todos los clientes fueran tan simpáticos y divertidos como tú. - Nos pusimos en pie.
- Y todos los camareros tan aduladores como tú, Leo. - Se rozaron brevemente al pasar por al lado.
- Solo digo la verdad. - De nuevo un cruce intenso de miradas. Desvié la vista, sintiendo que sobraba. Así es como se debía sentir Elaine a veces con Catherine y conmigo.
- Ya nos veremos. - Se despidió Elaine.
- Y espero que sea pronto. - Dijo Leo. Nos fuimos y, tal y como le había dicho al chico, le halagó frente a Hikari, el japonés de la entrada, que parecía ser el dueño del local.

Era la 1 de la madrugada y estaba jugando a Shot or Die II mientras Catherine continuaba con su trabajo en el portátil. Nuestra conversación a mi regreso había sido breve y superficial y comió lo que le traje sin apenas saborearlo. Sacó el pendrive del portátil.
- ¡Lo terminé! - Dijo triunfante. - Ahora lo que necesito es un buen baño relajante.
Me ahorré el preguntarle si quería compañía pues supuse que necesitaba tiempo para si misma. Terminé la partida, quité el juego y consulté mi correo. Todavía no tenía ninguna respuesta. Me senté en la cama, esperando a mi chica.
Cath apareció en albornoz con una expresión de relajación en el rostro. Se puso su pijama de invierno y se acostó a mi lado tras darme un beso de buenas noches. Apagué la luz y me tumbé detrás de ella, aspirando el dulce olor que el gel de baño había dejado impregnado en su piel. Recordé los consejos que me había dado Elaine. Le acaricié su cuerpo, empecé poquito a poco, seguí la curva de sus pequeños pechos y bajé por sus caderas.
- Dean, lo siento mucho. Estoy agotada. - Me miró. - Sabes que normalmente estoy de humor pero ahora mismo estoy segura de que me quedaría dormida antes de empezar. - Aparté la mano antes de llegar a su zona clave. - Otro día, ¿vale? - Suspiré.
- Está bien.
- Te quiero. Buenas noches.
- Buenas noches. - Me acomodé sobre mi costado.
- Aun así podemos achucharnos. - Noté un tono pícaro bajo su voz cansada. Le abracé desde la espalda y me pegué a su cuerpo como si fuéramos dos cucharas puestas de perfil.

Entré en mi habitación y me encontré a Catherine en la cama... Con Elaine. Ambas estaban en ropa interior y se besaban y acariciaban como si yo no estuviera delante. Elaine se percató de mi presencia, me dedicó una sonrisa provocadora y me incitó a que me uniera a ellas moviendo su dedo índice...
Lo último que soñé antes de despertarme era que mantenía ambas piernas intactas, como siempre me pasaba cuando yo aparecía en mis sueños más que como un mero espectador. Bueno, y el estar los tres desnudos en la cama, que era más grande que la de la realidad.
Abrí los ojos. Esos no eran los sueños que solía tener aunque era, obviamente, mucho más agradable que los habituales. Miré a Catherine, que estaba profundamente dormida, y luego hacia mi entrepierna, que había decidido despertarse por su cuenta.
Volví del baño y me tumbé en la cama de nuevo. Me había desvelado y ahora no conseguía coger el sueño. Aun era de madrugada y quedaban cuatro horas hasta que el despertador de Catherine sonara. Escuché el ruido de la puerta al abrirse y el breve sonido de las patas de una silla siendo arrastradas ruidosamente por el suelo. Me puse en pie lo más rápido que me permitió mi pierna y abrí la puerta de la habitación con sigilo, pensando que había un intruso en casa.
- Shhh, que les vas a despertar. - Susurró Elaine. Me alivió saber que no había peligro aun así me quedé mirando con curiosidad.
A través de la puerta entreabierta pude ver parte de su cuerpo y unas manos que le manoseaban el trasero. Se movieron y entonces les vi claramente, estaba besándose con un chico pelirrojo con una camiseta verde. Era Leo, el camarero del restaurante japonés de esa tarde.
- Tengo que preguntártelo, ¿lo tienes todo pelirrojo? - Él sonrió.
- ¿Te respondo o prefieres comprobarlo por ti misma? - Ella le acarició sus partes sobre la ropa, le desabrochó el pantalón y miró con fingida inocencia su interior. Alzó la mirada hacia Leo con sorpresa.
- Pues va a ser que sí y esa no es la única gran sorpresa que me espera ahí abajo. - Ladeó una sonrisa y tiró de la camiseta del chico hacia ella, desapareciendo de mi limitada perspectiva. Sacudí la cabeza y regresé a la cama cojeando, me había levantado tan deprisa que ni siquiera me había molestado en ponerme la pierna. Me sorprendió mi lado voyeur, como había dicho Elaine hacía un mes, cuando le encontré con Bryan en la ducha.
Cerré los ojos, dispuesto a dormirme y entonces empezaron los gemidos. Al principio, lentos y tenues, luego más seguidos y altos. Resoplé y volví a mirar a Catherine, que continuaba sumida en el sueño. ¿No se despertaba con el ruido?
Se hizo el silencio y lo agradecí. Me preparé para que Morfeo viniera a por mí pero, justo cuando estaba en el frágil momento entre el sueño y la vigilia, volvieron a la carga. Puse los ojos en blanco. ¿Otra vez? En esta ocasión el cabecero golpeó la pared siguiendo el ritmo de sus gritos. Catherine se removió y se giró hacia mi. Pensaba que se había despertado pero me equivocaba, solo había cambiado de postura. ¿Cómo podía no escucharles? Murmuró algo ininteligible y después mi nombre. Sonreí y le aparté un mechón de pelo que le había caido sobre los ojos. Debía de estar profundamente dormida.

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