jueves, 15 de enero de 2015

CAPÍTULO 13 - SAM

Pulsé el botón del ruidoso ascensor que me llevaría a la tercera planta, a reunirme con mi preciosa Catherine. Había decidido darle una sorpresa y aparecer en el piso antes de lo que tenía planeado. No quería pasar más tiempo cerca de mi padre, ese mentiroso egoísta, y mi pierna estaba portándose bien así que no tenía ninguna razón para quedarme.
Una vez que llegué al tercer piso le escribí por chat a Catherine.
- ¿Y mi chica, qué está haciendo? - Apenas había podido hablar con ella esa misma mañana. Los estudios y el tener que repetir el trabajo del señor Shu le ocupaban demasiado tiempo.
- Ahora mismo limpiando el salón.
- No lo estarás fregando, ¿verdad? ¿Y si viniera una visita? Te lo pisarían todo.
- ¿Por qué iba a venir alguien de visita? - Escribió. Toqué el timbre.
- No puede ser. - Escuché que murmuraba al otro lado de la puerta. Abrió y su rostro se iluminó al verme. Llevaba puesto un chandal gris con una camiseta rosa y su corto cabello recogido en una cola.
- ¿Me echabas de menos? - Pregunté. Se lanzó a mis brazos con tanta intensidad que casi perdí el equilibrio. Entré y dejé mi maleta a un lado.
- No te esperaba hasta dentro de dos semanas. - Dijo con los ojos brillantes de la emoción.
- Si quieres me voy. - Hice ademán de dar media vuelta pero me agarró del brazo.
- Ni hablar. - Sonreí y le besé. Sentía sus manos en mi espalda, apretándome contra ella. Miré hacia el pasillo.
- Está fregado. - Dijo siguiendo mi mirada.
- ¿El salón también? - Negó con la cabeza.
- No me ha dado tiempo. - Nos seguimos besando y me quitó el abrigo. - ¿Cómo estás con la pierna?
- Estupendamente. - Dijimos entre beso y beso.
Caminamos hasta el sofá sin apenas separar nuestros labios mientras me deshacía de su cazadora. Se sentó y me despojé de la camiseta, tirándola a mi espalda. Pidiéndome permiso con la mirada, me quitó la prótesis con destreza. Me acarició el muñón bajo el pantalón y un agradable cosquilleo me recorrió el muslo. Me tumbé sobre Catherine y me rodeó la cintura con sus piernas. Metí las manos bajo su ropa y me desabrochó el vaquero. La puerta se abrió y dimos un brinco, aun así apenas nos separamos.
- Hombre, grandullón, veo que has vuelto. - Saludó Elaine, ambos la miramos sin saber cómo reaccionar. Tenía el pelo más largo y se había pintado las puntas de azul eléctrico. - Siento interrumpir. No os preocupeis por mi, subiré el volumen de los auriculares y me encerraré en mi habitación.
Siguió caminando como si no hubiera visto nada y cerró la puerta. Crucé una mirada con Catherine, que se mordió el labio.
- Deberíamos esperar a que no esté. - Comentó. Miré hacia donde nuestras caderas se rozaban.
- ¿Y dejarlo así? Ha dicho que no le importa. - En su rostro vi el debate entre el deseo y la consideración hacia Elaine, ambas emociones luchando a ver cuál podía más.
- ¡Ya está! - Gritó Elaine desde su dormitorio. - ¡Ahora no escucho nada, podéis seguir!
Le miré expectante.
- Vamos a la habitación, da igual si el pasillo no está seco del todo. - Decidió finalmente. Me levanté, abrochándome de nuevo los pantalones para no tropezarme con ellos y cogí mi prótesis.
Catherine me ayudó a llegar a la habitación con una sola pierna y me dejé caer sobre la cama, deshaciéndome definitivamente del pantalón. Cerró la puerta y lo retomamos por donde lo habíamos dejado.

Apoyé la cabeza en su estómago, que subía y bajaba con cada respiración. Me acarició el pelo.
- ¿Crees que es una falta de respeto lo que hemos hecho? - Preguntó tras un rato. La miré frunciendo el ceño.
- ¿Qué?
- Me refiero a hacerlo con Elaine en casa. ¿No es un poco irrespetuoso? - Me incorporé para mirarle mejor.
- Veamos, ella es la primera que lo hace, además de traer a chicos que no conocemos a casa, así que no creo que le importe. Segundo, nos dio su bendición. - Le recordé. - Y tercero, - sonreí - tenemos todo el derecho a celebrar nuestro reencuentro en condiciones. - Le besé en el vientre y ella paseó la yema del dedo por el borde de mi oreja. Se me quedó mirando con una sonrisa hasta que esta se convirtió en una fina línea.
- ¿Cómo estás después de lo de la carta? - Suspiré y apoyé mi mejilla contra su piel.
- Enfadado con mi padre por ocultármelo durante todo este tiempo, algo molesto con mi madre por no decírmelo directamente, aunque entiendo sus razones, y preocupado por Faheema. La carta llegó hace dos meses a mi casa pero a saber cuánto tiempo ha pasado desde que la escribió. - ¿Sería ya demasiado tarde para ayudarla? Además, ¿cómo podía sacarla de allí? - Me siento impotente. A no ser que vaya allí y la traiga ilegalmente no se me ocurre ninguna otra cosa.
- Tiene que haber otra forma legal de traerla. ¿Le respondiste a Thomas?
- Sí, le envié un correo electrónico diciéndole que acababa de leer su carta y preguntándole si tenía más información sobre Faheema. Aun no me ha escrito nada. - Guardamos silencio y me abrazó.
- Se nos ocurrirá algo, ya verás. - Me consoló mientras me acariciaba el pelo.

Abrí los ojos, me había quedado dormido. El viaje en autobús y el entusiasmo de nuestro reencuentro me habían dejado tan agotado que me había tenido que echar una pequeña siesta sin proponérmelo. Había una bandeja sobre la mesita de noche en la que había un plato tapado por una servilleta y un vaso de agua. Busqué a Catherine con la vista, estaba de pie junto al escritorio rebuscando algo entre sus papeles, iba vestida con mi sudadera roja y unas mallas negras. Me froté un ojo y me incorporé apoyándome en un brazo.
- ¿Qué estás haciendo? - Pregunté adormilado. Se volvió hacia mi.
- Perdón, ¿te he despertado? - Negué con la cabeza y miró en el interior del bolso que llevaba a la universidad. - Estoy buscando unos apuntes. No los encuentro por ninguna parte y me vendrían genial para el trabajo, además de que puede caer en el examen. Por cierto, te he preparado un bocadillo de atún como a ti te gusta, tienes que estar hambriento. - Me dedicó una sonrisa. - Estabas tan dormidito que me daba pena despertarte. - Tiró su bolso al suelo y resopló. - ¿Dónde los habré dejado?
Se paseó desde la mesa hasta la ventana y viceversa, pensativa. Me senté y le pegué un mordisco al bocadillo mientras le veía dar vueltas por la habitación.
- ¿No se los has prestado a nadie? - Dije con la boca llena.
- A Sam, pero me los devolvió... - Se detuvo. - ¿O no?
Cogió su móvil, toqueteó la pantalla tactil y se lo llevó a la oreja.
- Sam, soy yo. Por casualidad, no tendrás tú mis apuntes del tema 11 del señor Shu, ¿verdad? - Hizo una pausa. - Vale, espero.
Me miró mientras se apartaba unos mechones rebeldes de su rostro y los aguantaba con la mano sobre su cabeza. Suspiró aliviada y bajó las manos, haciendo que volvieran a su sitio.
- ¿En serio? No sabes el peso que me quitas de encima, los había dado por perdido. - Sonrió. - No hace falta que te disculpes, un despiste lo tiene cualquiera. ¿Te importa si voy a recogerlos ahora? Es que lo necesito para el trabajo. - Ella escuchó y asintió aun sabiendo que no podía verla.
- Vale, en media hora estoy en tu casa. - Otra pausa. - Sí, no hay problema, te lo volveré a explicar. Con la paciencia que has tenido tú enseñándome a hacer los teoremas de la señora Foster es lo menos que puedo hacer. ¡Hasta ahora!
Se llevó el móvil al pecho y volvió a suspirar.
- Menos mal, Sam los tiene. - Saltó a la cama y me besó en la frente. - Gracias por tu ayuda. - Pasó sobre mi y se cambió mi sudadera por una blusa larga que tenía en el perchero de detrás de la puerta.
- No hay de qué. - Ya me había terminado mi merienda, bebí un sorbo de agua.
- Voy a su casa a recogerlo y le tengo que repetir unas lecciones de francés que no pilla. - Se colocó la cazadora negra de cuero con pelo sintético en su interior que tenía la cremallera a un lado. - ¿No te importa?
- No te preocupes, estaré bien aquí. - No entendía por qué me hacía esa pregunta, no era la primera que me quedaba solo en casa mientras ella estaba fuera. Me sonrió y se despidió con un beso largo.
- Te quiero. - Dijo.
- Yo también. - Cerró la puerta detrás de si.
No me sorprendió descubrir que Catherine ya se había encargado de recoger la ropa que habíamos dejado tirada por el suelo del salón y de llevarla, junto a mi maleta, a la habitación. Aun era por la tarde aunque ya había oscurecido. Tras remolonear unos minutos más en la cama, me di una buena ducha caliente, desempaqueté mis cosas y fui al salón. Elaine estaba sentada en el sofá con los pies sobre la mesa, viendo la televisión. El cabello oscuro le caía liso hasta debajo del pecho, con las puntas azules moviéndose al ritmo de su respiración, y el flequillo recto le quedaba justo sobre sus cejas.
- Hola, Elaine. - Le saludé en condiciones, ya que nuestro primer encuentro después de vacaciones no había sido muy normal. - ¿Qué tal las navidades?
- Hola, grandullón. - Me senté en el asiento junto al reposabrazos contrario a ella. - Pues he echado de menos el verte desnudo o semidesnudo por casa. - Me miró de reojos conteniendo una sonrisa mientras tomaba un sorbo de su botella de cerveza.
- Me imagino. - No me acobardé ante su comentario. - Eso es lo que pasa, una vez que me ves sin ropa no me puedes sacar de la cabeza. - Sonreí. - Sino que se lo pregunten a Catherine.
- Hablando de ella, ¿dónde ha ido? Más vale que a comprar algo para cenar porque en la nevera no hay nada de valor.
- Mala suerte, vas a tener que ir tú misma. Ha ido a casa de Sam.
- ¿Sola? - Me preguntó como si le pareciera extraño.
- Sí. - Asintió lentamente con la cabeza.
- Vaya, me encantaría tener un novio como tú. No tendrás algún hermano para mi, ¿no? - Fruncí el ceño. - Bueno, me sirve con un primo...
- ¿A qué te refieres con eso? ¿Tan malo es el barrio donde vive su amiga Sam? - Elaine soltó una carcajada y dejó la cerveza sobre la mesa.
- ¿Amiga? - Me miró de la forma en que se le mira a alguien que no ha entendido una explicación tras habérsela repetido varias veces. - Dean, Sam es un chico.
- ¿Qué? - Siempre había pensado que era una chica. Sam y Katy, sus amigas aquí en la ciudad, con las que salía siempre, con las que pasaba el tiempo que no estaba conmigo o en clase. Entonces era Sam de Samuel, no de Samantha. Me sentó como un cubo de agua helada.
- Sí, ya sabes, un chico, un tío, con sus cosas de hombre... - Todavía no me hacía a la idea. Durante todo este tiempo había pensado que Sam era una chica. Por eso me había preguntado Catherine si me importaba que fuera a su casa. - ¿Estás bien? Pareces un poco descompuesto.
- Si... - Respondí sin pensar. - ¿Y tú le conoces?
- Solo de vista. - Esperé a que continuara y ella se quedó pensativa. - Rubio, ojos verdes, viste a la moda y creo que tiene un estudio con vistas al mar para él solito, la ventaja de tener unos papaitos ricos. - Recordé haber visto un chico rubio hablando con Catherine uno de los días que le había ido a recoger a la universidad, tal vez fuera él...
- Espera, ¿vive solo? - Asintió y me apoyé en el respaldo del sofá, mirando hacia el televisor pero sin verlo. Ese tipo y Catherine solos en su estudio... Sacudí la cabeza, había ido para recoger sus apuntes, no para enrollarse con él. Aunque también le tenía que explicar algo. Podría alargarse la cosa, un descanso para recobrar fuerzas en el que tomaban un par de copas, entre bromas él le acaricia el hombro y sin darle tiempo a reaccionar la besa a traición.
Me puse en pie y fui a la habitación resistiendo las ganas de dar un portazo. Miré la pared y tomé varias bocanadas de aire. Solo están estudiando, solo están estudiando, me repetí para tranquilizarme. Miré el móvil, no tenía ningún mensaje de Catherine. Volví al salón.
- ¿Quedan más cervezas? - Le pregunté a Elaine.

Elaine encargó comida china para los dos y miré el primer trozo, desconfiado.
- Vamos, es comida, para comer. - Me aclaró Elaine como si fuera idiota. Ella manejaba los palillos con destreza y se llevaba los trozos enteros a su enorme boca.
- ¿En serio? - Le contesté en el mismo tono. - No sabía que la comida se comía.
- Todos los días se aprende algo nuevo. - Concluyó ella.
No conseguía cogerle el truco a los palillos así que comí con un tenedor sin poder dejar de mirar el reloj. Catherine volvió a las tres horas de haberse marchado y la veía risueña.
- Ya estoy aquí.
- Genial, pero llegas tarde. Solo hemos pedido cena para dos. - Comentó Elaine poniendo una expresión de pena.
- Tranquilos, no tengo hambre. He picado algo en casa de Sam antes de venir y ha insistido en traerme. - Lo que faltaba, habían cenado juntos y la había llevado en su coche de niño pijo. - Creía que no te gustaba la comida china. - Me dijo tras darme un beso en la frente.
- Para que veas, hay muchas cosas que no sabemos. - Vi el desconcierto en su mirada.
- ¿Te estás poniendo filosófico o ha pasado algo mientras he estado fuera? - Nos miró a Elaine y a mi.
- ¿Por qué no me dijiste que Sam es un tío? - Pregunté sin más rodeos. Elaine se apresuró a terminar su cena.
- Porque creía que lo sabías. Ah, y Katy es una chica, por si acaso no te lo imaginabas. - Se puso a la defensiva.
- Y de nuevo la tercera rueda sobra. - Murmuró Elaine para sí poniéndose en pie. Se marchó a la cocina.
- ¿Has visto lo que has conseguido? - Me reprochó Catherine indicando con un brazo el lugar por el que se había ido.
- Ah, ¿yo? - Me señalé sorprendido. - Tú eres la que ha ido a casa del ricachón de Sam para "enseñarle francés". - Dibujé las comillas en el aire.
- No sé que clase de películas te estás montando pero Sam es mi amigo y nada más. - Tuvo la intención de ir a la habitación pero se detuvo. - Además, te he pedido mil veces que vengas con nosotros, que le conozcas, a él y a Katy. Así hubieras descubierto que Sam no es una chica y nos estaríamos ahorrando esta absurda conversación. - Hizo una pausa. - Me ofende que no confíes en mi.
Se fue a la habitación y me sorprendió que no diera un portazo. Suspiré y moví el cuello en círculo para relajarme. Me fastidiaba admitirlo, pero ella tenía razón. Me levanté y caminé despacio hacia el dormitorio. Elaine me observaba apoyada en el umbral de la cocina, que consistía en un arco sin puerta. Llamé con los nudillos.
- Cath, ábreme. - Pedí.
- ¿Por qué? ¿Crees que tengo un tío escondido bajo la cama y vienes para asegurarte? - Eso no tenía sentido.
- ¿Lo tienes? - Le seguí el juego aunque una parte de mi sabía que no debía. La oí gruñir al otro lado.
- Muy elocuente. - Comentó Elaine sarcástica desde su lugar en primera fila para verme disculparme. Se estaba comiendo un paquete de patatas con forma de fantasma. Una pequeña parte de mi se preguntó cómo podía seguir teniendo hambre si acababa de cenar, el resto estaba concentrado en arreglar mi metedura de pata. La fulminé con la mirada y volví a golpear la puerta.
- Era una broma. Cath, venga. Sabes que confío en ti, es solo que me sorprendió que fuera un chico y mi imaginación me jugó una mala pasada.
- Y no piensas en lo que dices hasta que es demasiado tarde.
- Así es, tengo que aprender a controlarme. - Le dí la razón. Abrió la puerta y vi que tenía los ojos llorosos.
- Yo también he saltado enseguida. - Se disculpó ella. - Es que con tanta tensión por cualquier cosita exploto. Por eso era mejor que estuvieras lejos hasta que acabara los exámenes. - Le di un golpecito en la nariz con un dedo.
- Pues mala suerte porque no me voy a alejar de ti. - Sonrió.
- Intentaré controlarme si tú - empujó su dedo índice contra mi pecho - te controlas también. No más celos.
- No más celos. - Prometí.
- Esto es mejor que la tele. - Dijo Elaine haciendo crujir una patata en su boca. Ambos la miramos. - ¿Ahora es cuando os besáis y la pantalla se funde en negro para no poner las escenas de sexo? - Catherine y yo cruzamos una mirada.
- ¿Una patata? - Nos ofreció Elaine.

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