martes, 7 de octubre de 2014

CAPÍTULO 5 - CON "Y" GRIEGA

Me desperté, me giré hacia el lado de la cama de Catherine y extendí el brazo, las sábanas estaban frías y vacías. Abrí los ojos y parpadeé, por la luz que entraba a través de la persiana bajada parecía mediodía. Miré el reloj de la mesita, casi, eran las 11 y media de la mañana. No podía ser, había dormido toda la noche del tirón, sin pesadillas. Debían de ser los anti-inflamatorios, hoy era el último día que me los tenía que tomar y la pierna parecía otra, al igual que yo. Catherine decía que me notaba de mejor humor, más ánimado y con más energía. Posiblemente se debiera a que dormía más y a que la pierna ya no me dolía.
Volví a mirar la mesita de noche. Junto al reloj había una nota de Cath. La leí: "Buenos días, mi amor. Estabas tan dormido que me daba pena despertarte para decirte que me iba. Te he dejado el café como a ti te gusta preparado en la cafetera. Te veo luego." Había dejado la huella de su pintalabios en el papel y había firmado abajo: "Te quiero, ya sabes quién. xxoo" Incluso olía a ella. Volví a leer la nota con una sonrisa y la dejé donde la había encontrado.
Me estiré en la cama, ocupando su totalidad y bostecé. Estaba decidido, hoy le daría una sorpresa e iría a recogerla a la facultad, salía a las 1 así que, aunque aún tenía tiempo, no debía acomodarme. Hice los ejercicios de refuerzo para mi pierna y unas cuantas flexiones, a Catherine le gustaba que tuviera los pectorales marcados. Me dirigí a la cocina y cogí la cafetera, estaba vacía. Me encogí de hombros y me lo preparé yo mismo. Mientras se calentaba fui al servicio.
Al abrir la puerta me encontré a dos figuras desnudas detrás de la mampara semi-transparente de la ducha. Su movimiento se intuía a través del vapor del agua caliente que se extendía por el baño, acompañado con tímidos gemidos. Cerré la puerta y me quedé mirando perplejo la pared blanca del pasillo. ¿Esa era Elaine con un tío? ¿En mi ducha? Y esa mancha que a ella le ocupaba desde la cadera hasta la parte superior del muslo, ¿qué era? ¿Un tatuaje? Sacudí la cabeza y volví a la cocina. Por lo menos ya sabía quién había dejado la cafetera vacía...
Terminé mi café con tostadas y fregué la taza. Un chico de menor altura que yo, con más músculos en la parte superior de su cuerpo que en las piernas y con tatuajes en ambos brazos entró vestido solo con una toalla atada a su cintura.
- Hola. - Me saludó con total normalidad. Abrió el frigorífico, como si estuviera en su propia casa.
- Hola. - Señalé su única prenda. - ¿Esa es mi toalla? - Sacó una botella de zumo y miró hacia abajo, como si no se acordara de que la llevaba puesta.
- Ah, puede ser. - Tocó la superficie. - La verdad es que es una buena toalla, es muy suave y seca bastante bien.
- Lo sé, lo he comprobado. - Bebió de morro de la botella. En ese momento entró Elaine vestida con una camiseta ancha de manga corta con el cuello de pico, supuse que de él. Tenía unas piernas bonitas y bien moldeadas, musculosas pero sin pasarse.
- Hey, hola Dean. - Me saludó con naturalidad. Le quitó la botella de las manos.
- Si te viera mi compañera de piso se pondría histérica. - Cogió un vaso y lo llenó. - Toma, así mejor. - Se lo dio. - ¿Os conoceis? - Negué con la cabeza. - Dean, este es... - Dudó.
- Bryan, con 'y' griega. - Aclaró, tendiéndome la mano. Se la estreché.
- Encantado, Bryan, con 'y' griega. - Repetí.
- ¿Dónde está mi móvil? - Le preguntó a Elaine.
- Creo que debajo de la cama. - El chico asintió y se fue.
- ¿Qué hace ese en nuestra casa - pregunté una vez se hubo ido - y con mi toalla puesta? - Recalqué.
- Es la toalla más suave y la que mejor seca. - Fruncí el ceño. ¿Eso significaba que ella también la había usado? - No le iba a dejar la de Catherine, es rosa. - Añadió. - Y sobre lo primero, ¿en serio te lo tengo que explicar? No lo creo. He visto y escuchado la puerta del baño cerrarse. Y, como tú bien has dicho, es también mi casa, pago mi parte del alquiler y tengo derecho a divertirme.
- ¿Y si hubiera sido Catherine en vez de yo quien os hubiera pillado?
- Pues hubiera disfrutado de unas nuevas vistas para variar. - Bromeó. Alcé una ceja. - Además, Cath no se va a sorprender por ver un tío que no conoce por la casa. Ya lo he hecho otras veces y habíamos llegado a un acuerdo, que tanto mis... llamémoslos, "compañeros" - dibujó las comillas en el aire - como yo respetaríamos su espacio y que tendrían su cosita tapada, y así ha sido. Incluso he aprovechado para usar el baño ya que ella no estaba.
- ¿Catherine lo sabía? - La idea de Catherine compartiendo piso con una chica que traía hombres a casa no me gustaba, y, si ya lo sabía del año anterior cuando también estuvo de alquiler con ella, ¿por qué querría seguir conviviendo con Elaine? Eso no era normal en mi chica. ¿Y si el tiempo que estuvimos separados, o cuando estábamos juntos pero manteniendo la relación a distancia, ella había sacado provecho de alguna de las compañías masculinas de Elaine? Aparté ese pensamiento de mi cabeza. No, Catherine me era fiel y lo había sido, excepto por el paréntesis de Nigel, el cual no contaba como infidelidad porque en ese momento no estábamos juntos.
- Hombre, como saber que hoy iba a aparecer con un tío por casa, no, pero que sería posible que un día de estos lo hiciera sí. - Asentí aun perdido en mis pensamientos.
- Voy a recoger a Catherine. - Pasé por su lado.
- Dean. - Volví la cabeza hacia ella a medio camino del salón. - Esta muy mal eso de espiar a los demás mientras practican sexo. Eso tiene un nombre y es ser voyeur o voyeurista, como prefieras. No sabía que lo fueras...
- No fue a conciencia, solo quería mear. - Me defendí. Rió ante mi cara de desconcierto.
- Eso dicen todos... - No sabía si tomármelo a broma o es que ya le había pasado antes.
Volví a mi habitación y me cambié. Al pasar por el salón para salir, me encontré a Elaine y Bryan besándose en el sofá. Se separaron al verme.
- ¿Ya te vas, tío? - Me preguntó Bryan con 'y' griega.
- Sí, que lo paseis bien. - Dije.
- Y tranquilo, que sigo respetando la promesa que le hice a Catherine. - Se apoyó en el respaldo del asiento y dijo en voz baja para que solo yo le oyera. - Lo haremos en mi habitación y no en este sofá tan feo.
- Vale, demasiada información. - Prefería no imaginarme esa escena, con ver la anterior había tenido bastante. - Lo dicho, me voy.

Cuando llegué a la universidad Catherine ya había salido y estaba hablando con varios compañeros: un chico rubio, una chica de cabello castaño y un chico moreno con un pendiente en la oreja. Me pregunté si la chica sería Katy o Sam. Se despidió de ellos y al volverse me vió. Sonrió y se controló para no correr hacia mi.
- ¿Qué haces aquí? - Me preguntó tras darme un beso.
- Darte una sorpresa. - Saqué el ramo de flores de detrás de mi espalda y se lo entregué. Sus ojos brillaron de emoción.
- ¿Y esto? - Me gustaba darle estas pequeñas sorpresas sin venir a cuento, disfrutaba nada más de verle la cara.
- Porque te quiero. - Respondí simplemente. Su sonrisa se hizo tan amplia que sus ojos se achinaron, parecían dos líneas en su rostro.
- Yo también. - Frotó su nariz con la mía y me dio otro beso. Le eché un brazo sobre los hombros y ella olió las flores que le había traido.
Almorzamos en un restaurante de comida rápida que estaba de camino y pedimos unas hamburguesas con patatas y refrescos.
- Los encontré en la ducha, ¡en nuestra ducha! - Le estaba contando lo ocurrido esa mañana.
- Te recuerdo que también es la suya. Además, no es para tanto, y el agua se lo llevará todo, espero. - Ladeó la cabeza pensativa.
- Dices que no es para tanto porque no te los has encontrado tú...
- Créeme, también he visto cosas viviendo con ella que no debería haber visto. - Dijo asintiendo repetidamente.
- Eso es lo que me extraña. - La señalé con una patata frita. - Si tú ya habías tenido esas experiencias con Elaine, ¿por qué has querido seguir compartiendo piso con ella?
- Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Además, ella participa en la limpieza de la casa, paga el alquiler a rajatabla, nos llevamos bien y respeta mi espacio. ¿Qué más le puedo pedir a una compañera de piso?
- ¿Que no meta a tíos en bolas en tu casa? - Puso los ojos en blanco.
- ¿Qué es lo que más te molesta? ¿Que traiga chicos a casa o que usen tu toalla?
- Es mi toalla, y una toalla bastante buena, por cierto. - Sonrió. - Incluso Bryan con 'y' griega lo dijo.
- Lo sé.
- Ahora ya no podré usarla. Nada más pensar que ha estado en contacto con su... - Era tan desagradable imaginármelo que no pude terminar ni la frase. Me recorrió un escalofrío.
- Eso se lava con agua caliente y no pasa nada.
- Mejor la quemamos. - Reimos. Puse mi mano sobre la que ella tenía en la mesa y acarició mis dedos. Nos miramos en silencio. Adoraba esos momentos con ella, la afinidad que teníamos, el poder contarnos todo, la perfecta armonía de ser pareja, mejores amigos y amantes. El ser capaces de superar los obstáculos que nos surgían y crecer y madurar juntos, complementándonos.
Suspiró.
- ¿Qué ocurre? - Le pregunté.
- El viernes, es decir, dentro de solo dos días, volvemos a casa y cada uno a la suya. - Especificó.
- Nos veremos todos los días.
- Lo sé, pero no me despertaré a tu lado. - Bajó la vista a nuestras manos.
- Ni tendrás que aguantar mis pesadillas. - Le recordé.
- Ni tú mis charlas en sueños. - Había pasado muy pocas veces, solo tras haber tenido un día estresante.
- Pero si me encantan. No tienen sentido pero no importa. - Una timida sonrisa apareció en sus labios. Sonreí también. - Una vez dijiste mi nombre. - Frunció el ceño.
- ¿Solo una vez? ¡Qué poco!
- Es que no me quieres lo suficiente. - Le piqué. Abrió la boca, sorprendida.
- ¿Qué no te quiero lo suficiente? - Frunció el ceño. - ¿Qué no te quiero lo suficiente? - Me tiró la patata que tenía en la mano. - Te vas a enterar. - Inició una guerra de comida. Me lanzó varias patatas fritas y contraataqué. Cogí la última y ella se armó con un sobre de salsa de tomate.
- Ni se te ocurra. - Le advertí.
- ¿No me crees capaz? - Abrió el sobre con la boca y me apuntó. Le aparté la mano y acabamos los dos salpicados de salsa de tomate, por suerte, el paquete no traía mucha. Reimos escandalosamente.
- Mira cómo hemos dejado esto. - Dijo entre risas.
- Tú has empezado. - Le recordé. Me miró entrecerrando los ojos. Catherine me limpió el tomate que me había salpicado en el pelo con una servilleta.
- Vamonos antes de que nos digan algo. - Sugerí. Vacíamos nuestras bandejas en el contenedor y las dejamos en su sitio. Volví la vista hacia nuestra mesa, había patatas esparcidas por el suelo y manchas de tomate.
Salimos a la calle, el contraste entre la calidez del local y la heladez de la calle fue demasiado brusco. Ella se apretó el pañuelo al cuello, tenía un cerco rojizo.
- Te has manchado el pañuelo. - Le avisé. Se lo tocó e hizo un mohín con la boca.
- Con lo que me gusta... ¿Estoy manchada en alguna parte más? - No lo estaba pero aproveché la ocasión.
- Sí, aquí. - Le besé en la mejilla, lamiéndole un poco. - Y aquí. - Hice lo mismo en la comisura de la boca.
- ¿Y aquí no? - Me preguntó con aire inocente, señalándose los labios. Sonreí y la vi cerrar los ojos mientras me acercaba.

De camino de vuelta al piso, Catherine me contó que la ruptura entre Anne y Darren, su novio francés, era definitiva. Había demasiada distancia entre ellos y a Darren no se le veía muy interesado en mantener la relación por lo que decidieron dejarlo. Anne era una chica fuerte e independiente, no tardaría en superarlo aunque necesitara algo de tiempo. Pronto aparecería alguien especial en su vida que le haría olvidarle. En cuanto al respecto del resto de sus amigos: John estaba cursando estudios superiores de veterinaria y seguía con Charlotte, la pecosa chica pelirroja de ojos verdes y mofletes redondeados, ambos en la misma ciudad a las afueras, me preguntaba si también tenían que compartir piso con otra persona más; e Isabelle estaba con Jack, en nuestra ciudad de nacimiento.
- Ah, mi madre me llamó ayer, se me había olvidado decírtelo. - Le comenté, saltando de un tema a otro como de costumbre.
- ¿Cómo está?
- Muy bien, está muy contenta en sus clases de costura. Dice que te va a hacer una bufanda muy abrigada.
- Me va a venir bien. - Dijo, mirándose el pañuelo sucio. - ¿Y tu padre?
- Solo hablé con él un momento y me volvió a pasar enseguida con mi madre. - Mi padre era un exmilitar jubilado aun con poderes en las altas esferas, gracias a lo que pudimos ayudar a Faheema mandándola con los primos de su padre en una ciudad segura, aunque nadie podía afirmar que se mantuviera la paz allí durante mucho tiempo.
La única vez que había visto a mi padre orgulloso de mi había sido cuando me alisté en el ejército. Tras mi aparición después de que todos me hubieran dado por muerto, mi padre cambió, era más flexible y trataba de comprenderme, aun así, no era suficiente. Llevaba demasiados años siendo de la misma forma como para cambiar de mentalidad de un día para otro.
Los meses que siguieron a mi reaparición fueron extremadamente duros para mi y para los que me rodeaban así que decidí ir a la granja de mis tíos y desconectar de mi antigua vida. Allí realizaba los trabajos físicos que me permitía mi nueva condición de persona con una sola pierna y me encontré a mi mismo. Ashley, la chica que había conocido en la verbena del pueblo, me ayudó bastante a tomarme la vida de otra forma y me enseñó a ver las series, películas y libros de una manera diferente a como los veía antes. Estaba afectado por el llamado fenómeno fandom. "Bienvenido a este mundo", recuerdo que me dijo.
Tras ese beneficioso tiempo de descanso, había vuelto a la ciudad el mes de diciembre, la semana pasaba había hecho un año, con unos objetivos bastante claros: recuperar a Catherine y retomar mi vida. Lo primero, aunque no fue sencillo, lo había conseguido y pensaba hacer lo que fuera para no perderla de nuevo; lo segundo era más complicado, me había acostumbrado a mi nuevo "yo" pero aun no había encontrado mi lugar, seguía sin trabajo y sin encontrar unos estudios que me gustaran. Pensar en eso me agobiaba así que había decidido dejar de darle vueltas al asunto de momento.
- Cambiando de tema, - esta vez habló Catherine - mañana por la tarde he quedado con Sam y Katy para despedirme, también va a venir Adam después de mucho insistirle. - Eran sus mejores amigos en la universidad, solía quedar con ellos a menudo, sobre todo con Katy y Sam. - ¿Te vienes? Vamos a jugar al billar y puede que a los bolos.
- ¿A los bolos? - Repetí sorprendido, sin poder aguantar una sonrisa.
- Sí, ya se que soy malísima, pero por lo menos lo intento. - Me sacó la lengua. - Bueno, ¿qué, te vienes? - Hice una pausa para que no me dijera que ni siquiera me lo había pensado y negué con la cabeza. Lo último que necesitaba era estar rodeado por universitarios super inteligentes que me hicieran sentir estúpido y me preguntaran sobre lo que planeaba hacer en el futuro.
- Anda, vente. - Me pidió. - Quiero que te conozcan.
- No, tal vez otro día. - Esa conversación ya la habíamos tenido otras veces y ella nunca había conseguido convercerme para que fuera.
- ¿Cuántas veces te tengo que preguntar para que me digas que sí? - Me lo pensé.
- No sé, ¿cuántas veces te tengo que decir que no para que dejes de preguntarme? - Cruzó los brazos sobre el pecho.
- ¿Te he dicho ya que eres un cabezota?
- No se para qué preguntas si ya sabes la respuesta. - Ignoré su comentario anterior.
- Por si cambias de opinión. - Continuó ella.
- Si cambio de opinión te lo haré saber.
- ¿Seguro? - Asentí.
- Vale. - Cedió y dejó caer los brazos a ambos lados del cuerpo. - Ya no te pregunto más.

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