lunes, 14 de octubre de 2013

CAPÍTULO 15 - LA FIESTA DE LUKE (SEGUNDA PARTE)

Seguí a Nigel escaleras arriba. Recorrimos un largo pasillo hasta entrar en una habitación con balcón. Había varios trofeos de baloncesto, un póster de una chica ligera de ropa junto a un coche deportivo, un ordenador del último modelo sobre una mesa minimalista, una mullida cama, una estantería casi vacía y un cuarto de baño propio.
- Es la habitación de Luke. - Me explicó Nigel.
- Estoy en su fiesta y todavía no sé quién es. - Dije con franqueza.
- ¿No le conoces? ¿Dónde llevas metida todo este tiempo? - Preguntó sorprendido. Con Dean, pensé. No respondí, me dirigí hacia el balcón. Tenía forma de semicírculo y, a cada uno de los lados de la barandilla de piedra, había una columna de estilo romano.
La luna estaba llena y pequeñas estrellas le hacían compañía. La música apenas era unos compases en la lejanía y se podían escuchar algunos grillos en el jardín de abajo. A lo lejos se veía el mar, era una larga franja azul oscura junto a otra de tonos marrones.
- Fíjate, se ve la playa desde aquí. - Me asombré. La casa del tal Luke estaba apartada del resto de la ciudad, formaba parte de una selecta urbanización.
- Y deberías ver cuando amanece. Eso sí que es un espectáculo. - Se puso junto a mi, nuestros brazos se rozaron. Me aparté.
- Bueno, ¿vas a contarme qué ha pasado ahí abajo? - Se sentó en la ancha barandilla, apoyando la espalda en una de las columnas. Suspiré.
- Verás, he visto al mejor amigo de Dean, que, por cierto, me odia, - recalqué - y, si me hubiera visto contigo, hubiera confirmado una sospecha que él tenía desde hace tiempo y me niego a dejar que piense que tiene razón cuando no es así. - Explicado de esa forma parecía una tontería pero no pensaba entrar en más detalles.
- Pues no es una historia tan larga. - Comentó.
- Tienes razón. - Un soplo de aire fresco hizo que me estremeciera de frío. Se notaba que ya estábamos en septiembre. - Bueno, habrá que volver abajo.
Entré de nuevo en la habitación. Nigel se bajó de la barandilla y tiró de mi muñeca con suavidad.
- Pasa de ese tío. Si él cree que tiene razón pues que lo crea, tú sabes quién la tiene, ¿no? Pues ya está. - Le miré asombrada.
- Es un buen consejo. Te haré caso, pasaré de él. Total, va a seguir pensando lo mismo diga lo que diga así que... - Me encogí de hombros. - Gracias.
- Para eso estamos. - Me sonrió. El azul de su mirada hacia un contraste extraño con el tono violáceo que rodeaba su ojo.
- ¿Te duele? - Le rocé el rostro con las yemas de los dedos.
- He tenido heridas peores. - Puso una mano sobre mi mejilla y se inclinó, rozando mis labios con suavidad. Me alejé antes de que el beso se hiciera más intenso. - ¿Qué ocurre?
- Yo... no sé si deberíamos... - No sabía cómo continuar.
- ¿Por qué? - Entrecerró los ojos. - ¿Es por ese tipo del almacén?
- ¿Qué? ¿A quién te...? - Recordé su mirada interrogante al vernos salir a Barney, uno de los voluntarios, y a mi de ordenar el almacén. - ¡Ah! No. ¡¿Barney?! ¡No! - Reí ante la absurda idea de tener algo con ese chico, o mejor dicho hombre, que rondaba los 30 años. - ¿Pensabas que él y yo...? - La sorpresa dio paso al enfado. - ¿Por quién me tomas? No me voy enrollando con el primero que pasa, es más, sólo... - Iba a aclararle que el único chico con el que había estado era Dean y que él era el segundo chico al que había besado en toda mi vida pero decidí ahorrarme las explicaciones, no merecía la pena malgastar palabras. - Déjalo.
Me encaminé hacia la puerta pero me volvió a parar.
- Perdona, no quería faltarte el respeto. Es solo que os vi y pensé que...
- Pues pensaste mal. - Le corté. Crucé los brazos sobre el pecho. Me recorrió con la mirada.
- ¿Sabes? Estás preciosa esta noche. - Puse los brazos en jarras, sonrojándome a mi pesar. - Déjame que te vea.
Tiró de mis brazos y me hizo girar sobre mi misma.
- ¿Así está bien? - Pregunté molesta. Me sentía como un objeto de exposición.
- Lo que yo decía. - Dio unos pasos hacia mi, rodeándome por la cintura. - Preciosa. - Susurró a pocos centímetros de mi oído. Se me puso la piel de gallina y me mordí el labio.
Me rendí ante su mirada. Le rodeé el cuello con los brazos, besándole. Los besos se convirtieron en caricias y la temperatura en la habitación subió. La puerta se abrió de golpe y nos separamos.
- ¡Eh, no podéis estar aq...! - Se interrumpió el chico que acababa de entrar al ver a Nigel. Su pelo era de un rubio blanquecino y lo llevaba alzado en una larga cresta. Había una chica tras él a la que no soltaba de la mano. - ¡Ah, eres tú! Tío, ¿cuántas veces te lo he dicho? No quiero dormir en mi cama sabiendo que tú has estado desnudo en ella. - Me sorprendió su franqueza. ¿Eso significaba que Nigel ya había traído a más chicas a su dormitorio?
- Solo queríamos un lugar tranquilo para hablar. - Dijo Nigel.
- Sí, ya veo... - Me miró el chico rubio con una sonrisa, tenía la piel tan pálida que parecía albino, su cara era alargada y llevaba un pendiente negro en la oreja. Sus ojos eran de un azul apagado y había algo en él que me recordaba a Nigel.
- Ah. Catherine, te presento a Luke. - La voz de Nigel se llenó de orgullo al pronunciar su nombre. El chico me dio dos besos, era mucho más alto que Nigel y bastante más delgado. - Y ella es Sasha, su novia. - La saludé también. Hubo un silencio incómodo.
- Bueno, será mejor que... - Balbuceé, caminando hacia el pasillo.
- Sí, os dejaremos a solas. - Nigel me siguió. - ¿Pensarás en mi mientras lo estéis haciendo? - Le dijo a Luke antes de que cerrara la puerta en sus narices. Rió complacido al escuchar una grosera respuesta de parte del chico rubio.
Empezamos a caminar por el largo pasillo.
- Así que ese es el famoso Luke... - Nigel asintió. - ¿Sois familia o algo? - Soltó una carcajada.
- Hermanos. - Le miré incrédula. En ningún momento había dicho que esta era su casa ni que la fiesta la hacía su hermano. - Hermanos de distinta madre y padre. - Aclaró al ver la perplejidad reflejada en mi rostro. - Somos amigos desde que tengo memoria, nos hemos criado y crecido juntos. ¿Qué te ha parecido? - Añadió.
- Directo, muy directo. - Nigel asintió, sonriendo. - Oye, - no sabía cómo preguntárselo - ¿lo has hecho más veces? - Me miró como si fuera evidente. - Me refiero a llevar chicas a la habitación de Luke. - Me apresuré a decir. Se tomó su tiempo para responder y aminoró el paso.
- ¿De verdad quieres saberlo? - Preguntó a su vez, con una pequeña sonrisa traviesa dibujada en sus labios. Me rozó la mejilla suavemente con un dedo, miré sus labios.
- Supongo. - Respondí en voz baja. Colocó su mano sobre mi nuca, pegando su nariz a la mia.
- ¿Tú qué piensas? - Me costaba concentrarme con él tan cerca. El tono de Luke me había dado a atender que había llevado a más de una chica allí pero puede que estuviera bromeando.
- No sé qué pensar sobre ti. - Conseguí decir. Se apartó con una sonrisa ladeada y continuó andando. Me mordí el labio y le recorrí con la mirada. Mis sentimientos se contradecían. Por una parte, era dulce, atento y caballeroso, pero por otra, arrogante, irritante y un ligón, además sabía cómo tratarme. Esto último no sabía si era algo bueno o malo, me hacía sentir débil y maleable en sus manos.
Me había quedado atrás así que acelere el paso para alcanzarle. La casa era bastante grande y no quería perderme. Giró su rostro ligeramente hacia mi, mostrándome su hermoso perfil, y sonrió al ver que le seguía. Me puse a su altura y fuimos escaleras abajo. La música resonaba con fuerza.
- Voy a buscar a Leena. - Le dije. Debía de estar preocupada.
- ¿A quién? - Preguntó Nigel.
- A Leena, la chica con la que he venido a la fiesta. - Parecía no recordarla. - La que te pidió el autógrafo.
- Ah, vale. Estaré por aquí. - Asentí y me dirigí al salón, donde había un grupo jugando a la botella. Entre ellos no estaba Leena.
La encontré apoyada en una pared cercana, con la vista perdida entre la multitud.
- Leena, siento haberme ido así. No debí haberte dejado sola. - Me excusé.
- No te preocupes. - Se encogió de hombros. - ¿Sabes? Te puedes quedar a Nigel, todo tuyo. He encontrado a alguien mejor. - Suspiró con una sonrisa. - Está buenísimo y besa de una forma que te deja sin aliento y con ganas de más.
- Me alegro. - Dije perpleja. ¿Tan pronto había encontrado a otro chico?
- Mira, ahí viene. - Señaló con la cabeza y se apartó de la pared, agitando la mano. - ¡Hola, Peter!
Mi sonrisa se congeló en cuanto le vi. Le dio uno de los dos vasos que traía a Leena.
- ¿Conoces a Catherine? - Continuó ella. El rostro de Peter no mostró ninguna expresión pero su mirada de aborrecimiento lo decía todo.
- Claro, se puede decir que era - recalcó - una persona muy querida para un amigo. Hasta que ella lo fastidió todo. - Añadió.
- Peter, no sabes de lo que hablas. - Le dije cortante.
- ¿Ah, no? ¿No deberías estar con tu nuevo ligue?
- Es verdad, ¿dónde está Nigel? - Preguntó Leena. Le fulminé con la mirada. Lo que me faltaba para que Peter pensara que estaba en lo cierto.
- Cierto, ¿y Nigel? - Peter sonrió petulante. - ¿O al pobre ya lo has sustituido por otro? Eso es lo que suele hacer. - Le explicó a Leena.
- ¡Eso no es cierto! ¡No soy así! - Grité. - ¡Tú no sabes lo que ocurrió, lo mal que lo pasé! ¡Tú no sabes nada! - Estallé finalmente ante la cara de asombro de ambos. Me di media vuelta, furiosa, pasando entre los demás sin molestarme en disculparme.
Regresé al sitio donde Nigel y yo nos habíamos separado. Necesitaba hablar con alguien que me comprendiera y, para bien o para mal, él sabía exactamente lo que tenía que decir y hacer para tranquilizarme.
Lo encontré bailando, si es que a eso se le podía llamar bailar, con una chica con una melena rubia llena de perfectos y definidos rizos. Ella estaba de espaldas a él, pegando su cuerpo completamente al de Nigel, él la sujetaba por la cintura y asomaba su cabeza por el hueco de su cuello, mirando hacia su escote. Lo que me faltaba por ver.
Debí de llamar su atención de alguna forma porque Nigel alzó la cabeza hacia mi. Desvié la mirada para evitar que viera reflejado mi dolor en ella y salí corriendo, ignorando las miradas de curiosidad que me echaban los invitados. Necesitaba largarme de allí cuanto antes.
Me detuve junto a la verja de la entrada de la casa de Luke, sin aliento. Las lágrimas se habían derramado por mis mejillas y me las limpié con rabia. ¿Llorar por ese idiota? Ni hablar.
- Catherine. - Escuché la voz de Nigel detrás de mi, empecé a caminar sin saber hacia dónde me dirigía. - Catherine, espera.
Me alcanzó con facilidad y tiró suavemente de mi brazo. Me giré y le mantuve la mirada. Parecía haberse quedado sin habla al ver mi expresión dolida.
- ¿Qué quieres? - Le pregunté secamente.
- No te pongas así, solo ha sido un baile. - Lo nuestro también había sido "solo un baile" al principio.
- Más que un baile parecía otra cosa. ¿Por qué no la subes a la habitación de Luke? ¿O es que ya lo has hecho?
- No seas así. Se me acercó y empezamos a bailar. ¿Qué querías que hicieras? - ¿Decirle que ya tenías a alguien con quién bailar, tal vez?, pensé.
- Mira, olvídalo. Ya veo que no lo entiendes. - Le di la espalda.
- Si me lo explicaras... - Me echó en cara. Le miré, sentía como si fuera a explotar de nuevo.
- Se supone que si estás interesado en una persona no tonteas con otra. Ni siquiera se te pasa por la cabeza. Pero claro, para ti yo no significo nada, ¿verdad? Solo soy una de las chicas con las que bailas, y a las que besas, y a las que ilusionas, para después dejarlas tiradas y... - con el corazón roto, fui a decir pero como una palabra más saliera de mi boca rompería a llorar y no le iba a dar ese gusto.
- Adiós. - Me di media vuelta y caminé por la acera pensando en cómo volvería a casa sin coche y sin conocer esta zona. Podría llamar a mi madre para que me recogiera pero no quería que se preocupara.
Al rato apareció Nigel en su coche rojo y condujo siguiéndome el paso.
- Estas calles son muy solitarias por la noche, déjame que te lleve a casa.
- Esta vez no me vas a convencer. - Le dije sacudiendo la cabeza.
- Tengo que compensarte de alguna forma. Por favor, sube. No me perdonaría que te pasara algo por mi culpa.
Con un suspiro de resignación entré en su coche. Ninguno de los dos comentó nada durante la mayor parte del trayecto.
- Yo... pensaba que teníamos algo. - Hablé una vez que me hube calmado.
- ¿Y ya no? - Movió el volante siguiendo una curva.
- No lo sé, dímelo tú. - Guardó silencio. Giró en una calle a la derecha. - ¿Qué somos?
Paró en la acera frente a mi casa.
- No me gustan las etiquetas. - Me miró.
- ¿Eso significa que me podría enrollar con quién quisiera sin que te molestara? - Pregunté.
- Supongo que me molestaría. - Respondió tras pensarlo un momento.
- Entonces tú tampoco podrías enrollarte con otras, es lo justo. ¿Qué sientes por mi?
- ¿Necesitas tener un nombre para llamar a todo? ¿No podemos simplemente disfrutar del momento? ¿Sin etiquetas, sin preocupaciones, ni usar palabras como novio, rollo o lo que sea? - Sopesé esa idea.
- Tendría que pensármelo. - Bajé la vista, tratando de verlo desde su punto de vista. Colocó sus dedos en mi barbilla y me hizo alzar la cabeza.
- No pienses, solo déjate llevar. - Me perdí en su mirada y por un momento me olvidé de Dean, del estúpido de Peter y del dilema que me producía Nigel cada vez que le veía.
Nos besamos sin prisa, disfrutando del beso en sí, sin pensar en lo que significaba, en lo que dirían los demás o en lo que éramos. Puso una mano sobre mi rodilla y empezó a subirla por mi muslo, levantando mi falda. Hice un esfuerzo por no pensar, por dejarme llevar, como había dicho él. Pasé por encima de la palanca de cambios y me senté sobre él. Mi bolso cayó en la alfombrilla del asiento del copiloto, desparramando los objetos de su interior por el suelo. Fui a recogerlo pero Nigel me paró.
- Ya lo harás luego. - Continuamos con el beso. Nigel me desabrochó la camisa, esta vez la que le detuve fui yo.
- Espera. ¿Vamos a hacerlo aquí, en tu coche, delante de mi casa, donde está mi madre?
- Tienes razón. Iremos a un lugar más apartado donde no nos vea nadie. - Me mordí el labio.
- Creo que deberíamos dejarlo por hoy. - Me bajé de su regazo y recogí mis cosas del suelo, guardándolas de nuevo en el bolso. Me abotoné la camisa.
- ¿Estás segura? - Pasó un dedo por mi mejilla, dibujando su contorno y me miró de forma seductora. Me dio un beso lento y se quedó a pocos centímetros de mi rostro, esperando una respuesta. Sacudí la cabeza, sonriendo.
- No me tientes. - Le di un golpecito en la nariz con el dedo y me bajé del coche, colocando mi falda a la altura que correspondía.
Antes de entrar en casa, me remetí la camisa. Mi madre estaba en el salón, viendo una de las repetidas películas que echaban en televisión.
- Hola, cielo. Qué pronto has vuelto.
- Si, estas fiestas no son lo mío. - Le di un beso en la mejilla. - Voy a ponerme cómoda.
Subí a mi habitación y recibí un mensaje de texto en mi móvil. "¿Dónde te has metido?", me preguntaba Leena. "Estoy en casa. No te preocupes por mi y disfruta de la fiesta." Lo envié, aunque dudaba que se preocupara realmente por mi.
Me aseé, me puse el pijama y me fui a la cama. Había sido un día intenso y estaba agotada y echa un lío. ¿Le gustaba a Nigel o no? Supuse que sí, sino no se hubiera molestado tanto por mi y mi seguridad. Aunque entonces, ¿por qué seguía tonteando con otras? Y si era verdad que le gustaba, ¿cuánto? Y lo más importante, ¿qué sentía yo por él? Estaba claro que me atraía pero, ¿hasta qué nivel? Aunque ya no estuviéramos juntos, pensaba en Dean cada día y no estaría a gusto conmigo misma si llegara a tener algo más con Nigel tan pronto. Además, cuando había visto a Nigel bailando con esa chica lo que había sentido era decepción, rabia y algo de celos pero no un corazón roto, como había pensado en un principio.

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