jueves, 5 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 3 - LA CENA

Estábamos a finales de diciembre. El viento estaba en calma aunque era una noche fría.
- Así que tú eres Dean. - dijo mi padre, estrechando su mano.
- Sí, usted debe ser Tom. - Su voz era dura y sus ojos azules afilados y fríos como el hielo. Dean no se fiaba todavía de mi padre, le había contado todo lo que recordaba sobre él y lo que me había hablado de su vida tras su regreso.
- Sí, puedes llamarme así. - Notó la desconfianza en su voz, parecía algo nervioso. - Vamos a entrar.
El restaurante era discreto pero elegante. Estaba situado a una calle de distancia de la plaza principal de la ciudad. Dean me cogió de la mano y seguimos a mis padres, se me hacía raro verlos el uno al lado del otro. Mi padre trataba de cortejar a mi madre con gestos caballerosos y bromas tontas pero ella se resistía. Esta era la primera vez que cenábamos todos juntos, como una familia normal.
- Cálmate. - le susurré a Dean cuando nos distanciamos un poco. Le apreté los dedos y él me respondió con otro apretón. Nos sentamos en una mesa del segundo piso junto a la ventana.
- Gracias. - le dijo mi padre al camarero cuando trajo nuestros platos. - Bueno Dean, ¿y a qué te dedicas?
- Soy militar. - Mi padre se sorprendió.
- Vaya, con lo joven que eres. ¿Cuántos años tienes? ¿18, 19?
- Cumpliré 20 dentro de tres semanas. - Aclaró con voz cortante. Probamos nuestras cenas sin decir nada.
- Así que os llevais unos 3 años, más o menos, ¿no? - Continuó mi padre. Asentí. - Todavía eres menor, Cathy, si no te gusta algo de lo que haga - señaló a Dean con la cabeza - puedes denunciarle. - Me guiñó un ojo. Su broma de mal gusto no produjo el resultado que él esperaba. La mandíbula de Dean se tensó y le fulminó con la mirada.
- Jamás le haría algo así. - Le miré, horrorizada ante esa idea. Mi padre carraspeó y hubo un silencio incómodo.
- Entonces, en nuestro primer año de novios te debería haber denunciado, ¿no? - intervino mi madre. - Lo de esperarme sentado en la oscuridad de mi porche después de volver de la fiesta de cumpleaños de mi amiga me asustó bastante. - Mi padre sonrió ante ese recuerdo.
- Cuando gritaste, tu padre salió con una raqueta de tenis en la mano y casi me destroza el hombro.
- Normal, ¿a quién se le ocurre? - mi madre puso los ojos en blanco.
- Intentaba ser romántico.
- Pues pareciste un psicópata. Desde ese dia mi padre dejó un bate de beísbol detrás de la puerta, solo por si acaso. - Sonrió y nos miró a Dean y a mi. El ambiente se suavizó.
- Pero funcionó, ¿no? Estamos aqui, con nuestra preciosa hija y su... - hizo una pausa buscando un adjetivo - encantador novio.
- Si estaba tan contento con su familia, ¿por qué se fue? - Preguntó Dean con voz neutra. Le di un golpecito en el brazo. Me miró y se encogió de hombros. - Sentía curiosidad. - dijo llevándose un trozo de su solomillo a la boca.
- No te preocupes, Catherine, está bien. Es normal que el chiquillo se lo pregunte. - Se tomó su tiempo antes de responder. - Me asusté. Fui un idiota y salí huyendo.
- ¿Y por qué ha vuelto? - siguió Dean.
- Porque me he dado cuenta de lo estúpido que fui y quería enmendar mis errores. - Dean soltó una carcajada.
- Necesita dinero, ¿verdad? Su problema con el juego continúa, ¿no es así? - No me esperaba que soltara algo así. Mi madre y yo nos quedamos demasiado atónitas para intervenir.
- Ya no tengo problemas con el juego. - respondió mi padre con la mandíbula apretada.
- Dean, ¿puedo hablar contigo un segundo? - intervine.
Dejé la servilleta junto a mi plato y salí a la terraza. El frío me golpeó y me arrepentí de no haber llevado mi abrigo conmigo. Un par de comensales charlaban tranquilamente en la mesa del rincón. Me acerqué a la barandilla.
- ¿Por qué haces esto? - le pregunté a Dean, tratando de no alzar la voz.
- ¿Por qué hago el qué? - Crucé los brazos sobre el pecho. - Es tu padre el que ha vuelto tras ocho años sin saber nada sobre su paradero.
- Está tratando de hacer las cosas bien.
- ¿Ahora le defiendes? Desde que te conozco cada vez que ha salido el tema de tu padre, o incluso cuando tú misma lo has sacado, le has puesto verde, le has dicho de todo y que por ti mejor si no le volvías a ver en tu vida.
- Pues a lo mejor he cambiado de opinión. Mi madre le cree y a mi me gustaria creerle también. Cuando reapareció estaba hecha un lio. Si tú hubieras estado aquí para recordarme lo que pensaba antes pues a lo mejor no estaríamos teniendo esta conversación. - Noté la mirada de la pareja de la esquina puesta en nosotros.
- ¿Así que ahora la culpa es mia? - Dijo Dean asintiendo seguidamente. - No de tu padre, un jugador empedernido que os dejó en la calle a tu madre y a ti. ¿No lo recuerdas? ¡Perdió vuestra casa en una apuesta!
Sentí una punzada de dolor en el pecho.
- ¡Claro que sí! ¡¿Piensas que puedo olvidarlo?! Lo hago por mi madre, ¿no te das cuenta? - Las lágrimas luchaban por salirse de mis ojos. Bajé la voz tratando de contenerlas. - ¿No ves lo feliz que está? No le veía sonreir así desde hace mucho tiempo. - Me llevé una mano a la boca y me volví hacia las vistas. Unos gorriones revoloteaban entre las ramas desnudas del árbol que teníamos en frente. Dean se apoyó en la barandilla y suspiró.
- Siento haber dicho eso. - Me llevé un dedo al lagrimal, impidiendo que las lágrimas cayeran.
- No lo sientas, solo has dicho la verdad. - Aun así su disculpa me agradó. - Me has recordado porqué no debería perdonar a mi padre. - Inspiré hondo. - Mi madre necesita creerle. Le sigue queriendo y se odia por eso, pero no puede hacer nada por evitarlo. Se está haciendo la dura pero tarde o temprano volverá con él y eso me asusta.
- ¿Crees que ha cambiado? - Me rodeó con sus brazos.
- Creo que las personas nunca cambian del todo, aunque me gustaría pensar que sí. No quiero que nos haga más daño pero también quiero tenerlo en mi vida. - Apoyé la cabeza en su hombro y me abrazó con fuerza. Me aparté mirando su camisa.
- Te voy a manchar de maquillaje.
- No me importa. - Me dió un suave beso en los labios. - ¿Quieres volver dentro?
- No. - Admití con un suspiro. - Pero tengo que hacerlo. Procura ser más amable, hazlo por mi madre.
- Lo haré por ti. - Me besó en la mejilla y me sujetó la puerta de la terraza.
Volvimos a la mesa. El ambiente ya no estaba tan tenso. Mi padre estaba relajado y charlaba con mi madre, que sonreía y se tocaba el pelo inconscientemente.
- ¿Todo va bien, chicos? - Me preguntó cuando se percató de mis ojos enrojecidos por el llanto.
- Sí, todo bien. - aclaré componiendo una sonrisa.

Terminamos la cena sin ningún percance más y fuimos a dar una vuelta por el centro de la ciudad. Un gran árbol decorado con luces de colores, bolas y guirnaldas se erguía en medio de la plaza y el alumbrado hacía dibujos navideños sobre nuestras cabezas, iluminando todo el camino de la calle principal. Me sentía optimista con Dean a mi lado, mis padres juntos por primera vez desde hacía tanto tiempo y esa luz tan alegre que me hacía recordar momentos de mi niñez.
- ¿No es precioso cómo han adornado este año las calles? - le dije a Dean mientras caminábamos agarrados de la mano.
- Si, esta vez parece que le han puesto ganas. - se subió el cuello del abrigo y se lo cerró hasta arriba. - ¿No hace más frío que otros años? - me encogí de hombros.
- Yo estoy bien. - Dean era friolero, siempre necesitaba llevar algo encima incluso en verano. - Aunque tengo la nariz helada.
- ¿A ver? - bajó la cabeza y me tocó la punta de la nariz con los labios. - Es verdad. - reí tontamente. Le sujeté la cara, se estremeció con el contacto de mis manos frías, y le besé. Pronto sus labios tuvieron la misma temperatura que los mios y, también, gran parte de mi brillo de labios.
Al pasar por delante de un local de juegos de azar el portero se acercó a saludar a mi padre.
- Tom, ¡cuánto tiempo!
- Kevin, ¿qué tal? - Parecía avergonzado.
- Hace mucho que no vienes por aqui. Han instalado máquinas nuevas, ¿te apetece probarlas?
- No, estoy con mi familia, Kev. - Nos señaló con el pulgar.
- Y que familia más perfecta. ¿Es esta tu mujer o tu hija? - Preguntó dirigiéndose a mi madre. - Y esta debe de ser la pequeña Cathy, recuerdo que te encantaba apretar los botones de colores brillantes de las máquinas tragaperras y tirarme de la barba. - Le sonreí en un intento de ser amigable aunque no recordaba nada de eso. - ¿Y este hombretón? - continuó. - ¿Tienes un hijo más que yo no conozca, Tommy?
- Es el novio de mi hija, Dean. - Se estrecharon la mano. - Bueno, si me disculpas, vamos a continuar con el paseo.
Nos alejamos de allí. Mi madre mantenía el rostro inexpresivo.
- ¿Traías a Catherine a este sitio? - Dijo conteniendo la voz cuando ya no nos podía escuchar el tal Kevin. - ¿Traías a una niña pequeña a un ambiente como ese? - Elevó el tono.
- Yo...
- ¿A qué más antros de este estilo la has llevado a mis espaldas, Tom? - Hacía tiempo que no la veía tan enfadada.
- Solo la traje una vez.
- ¿En serio? Porque ese tipo se acordaba muy bien de ella, ¿quieres que le pregunte a ver si él dice lo mismo?
- ¡No! Quiero decir... Venga, vamos, no le pasó nada, ninguna de las veces.
- ¡¿Ninguna de las veces?! - Exclamó mi madre. - Me vuelves a mentir, una y otra y otra vez.
- Em, chicos. ¿Por qué no vais a dar una vuelta? - Nos dijo mi padre.
- Esto va para largo, id a tomad algo por vuestra cuenta. - Añadió mi madre.
Dean tiró de mi mano. Miré hacia atrás, habían continuado con la discusión.
- No voy a dejarla sola con mi padre. - Le dije.
- No nos iremos muy lejos, solo lo suficiente para que tengan intimidad. - Asentí y nos sentamos en un bar cercano.
Por fin, dejaron de discutir. Parecían haberlo solucionado pero, cuando mi padre le puso una mano en la espalda a mi madre, esta se deshizo de ella con rapidez. Todavía les quedaba un largo camino para llegar a reconciliarse del todo, y eso si lo hacían...

En la segunda semana de enero, a Dean se le acabó el permiso y tuvo que volver al frente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario