lunes, 30 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 13 - EL TORNEO

Llegó septiembre y, con él, el torneo benéfico de baloncesto. Se trataba de un evento donde se podían inscribir equipos, profesionales o no, de toda la comarca para reunir dinero para varias asociaciones benéficas durante tres días. Me apunté como voluntaria, tal y como había hecho en años anteriores, aunque esta vez no tuviera el respaldo de Dean.
El primer día siempre era el más ajetreado, en el que más partidos se jugaban y, por tanto, cuando había más expectadores. Habíamos colocado varios stands para vender recuerdos del evento: camisetas de varios equipos, chapas, libros y todo lo que se había podido conseguir para recaudar dinero.
Las gradas se estaban llenando y los visitantes ojeaban nuestros puestos.
- Catherine, ¿puedes traer del almacén más camisetas? - Me dijo el supervisor. - Se están vendiendo más rápido de lo que pensaba.
- Claro. - Me dirigí hacia el pasillo de los vestuarios. Los jugadores se estaban preparando para el partido y sus ruidosas voces retumbaban en las paredes. Mantuve la cabeza baja al darme cuenta que la puerta estaba entornada.
Al final del pasillo a la derecha había una sala en la que ponía "Solo personal autorizado". Giré el pomo y observé las cajas que había arrinconadas. La de las camisetas estaba en la estantería de arriba. Miré a mi alrededor en busca de una escalera o una banqueta pero no la encontré así que me puse de puntillas y alcancé la parte inferior de la caja con las puntas de los dedos. Tras varios intentos y dando pequeños saltos conseguí tirar de ella hacia mi, ya casi la tenía entre mis manos cuando otras más grandes me ayudaron.
- Gracias. - Entre los dos bajamos la caja y la apoyé en mi vientre. Al alzar la vista me encontré con los ojos azules de Nigel y sentí que me ruborizaba. No nos habíamos vuelto a ver desde el cumpleaños de Jack y, aunque había estado más de una vez a punto de hacerlo, tampoco le había hablado por el chat. Una media sonrisa se dibujó en sus labios y sentí que yo sonreía también.
- Así que eres voluntaria. - Señaló el carnet de voluntariado que tenía colgado en mi cuello. Asentí.
- No sabía que participabas en eventos como este. - Le dije al verle con la equipación de baloncesto. Se encogió de hombros.
- Todavía te queda mucho por conocer de mi. - Se inclinó hacia mi oido y noté como la caja se interponía entre nosotros, clavándoseme en el estómago. - Y a mi de ti. - Nuestras manos se rozaron en el cartón. - Déjame que te ayude. - Me quitó la caja de las manos antes de que fuera capaz de reaccionar.
- Oh, no hace falta, no pesa. - Salió al pasillo con paso decidido pero lento y le seguí. La equipación era verde oscuro y blanca y llevaba el número 6 en su espalda. El de Dean era el 14, por lo menos en eso no coincidían.
- ¿Dónde la dejo? - Me preguntó.
- En esa mesa, por favor. - Le señalé. Saqué una camiseta de la caja. - ¿Quieres una? Es por una buena causa. - Le puse mi mejor cara de vendedora.
- Tal vez luego, ahora tengo un partido que ganar.
- Suerte entonces.
- No la necesito. - Se tiró de la camiseta con gesto chulesco y salió corriendo en dirección a la cancha.
- Creído... - Murmuré en voz baja.
Efectivamente, no la necesitaba, su equipo ganó el partido y, además, gracias a él. Sus movimientos eran ágiles y sólo falló dos tiros de los seis que hizo. No podía evitar compararlo con Dean. Este también era bastante bueno en la cancha, se movía entre los jugadores del equipo contrario con facilidad y hacía unos mates impresionantes.
Al dirigirse hacia los vestuarios, el equipo de Nigel pasó junto a mi puesto y este me guiñó el ojo de forma casi imperceptible. Sonreí y bajé la mirada, mordiéndome el labio. De esto no podía salir nada bueno, aún así, no quería que acabara lo que fuera que teníamos.
El resto del día transcurrió con normalidad. Nigel se había marchado con su equipo mientras los otros seguían compitiendo en la pista.


Al día siguiente, llegué al polideportivo más animada que el día anterior recordando mi encuentro con Nigel.
- Parece que alguien está de buen humor. - Dijo Barney, uno de los voluntarios, al verme.
- Hay que empezar el día con una sonrisa, ¿verdad?
Minutos antes de abrir la puerta al público ya habíamos recolocado todo en los stands. Hoy jugaban los equipos que no lo habían hecho ayer y los ganadores competirían entre ellos mañana, el último día del torneo.
Los equipos fueron llegando, al igual que los espectadores y posibles compradores. Recibí un mensaje de Anne diciendo que se pasaría por aquí algo más tarde.
- ¿Cuánto cuesta esa camiseta? - Me preguntó un cliente. Guardé el móvil.
- 5 euros. - Al volverme hacia él me encontré con Nigel. Le miré sorprendida, no esperaba verle hoy.
- Aquí tienes. - Me tendió el billete. Reaccioné y metí la camiseta en una bolsa de plástico.
- Gracias. - Se la di. - Pensaba que hoy no tenías partido.
- Y no lo tengo. He venido a comprarte una camiseta, tal y como te dije ayer, y, además, a conocer a la competencia.
- Pero si es un partido benéfico, el objetivo es disfrutar y entretener al público.
- Lo sé, pero, ¿te cuento un secreto? - Apoyó las manos en la mesa y se inclinó hacia adelante en plan confidencial y yo hice lo mismo. - No me gusta perder. Cuando me propongo algo lo consigo, cueste lo que cueste. - Paseó su mirada por mi rostro. Sin saber qué pensar, me incorporé.
- Pues está a punto de empezar el partido, no te lo vayas a perder. - Sentía calor en mis mejillas, seguramente estaba roja. Se alejó, no sin antes echarme una penetrante mirada y una sonrisa enigmática. ¿Se podía estar incómoda con una persona y a la misma vez querer tenerla más cerca? Sacudí la cabeza, centrándome en mis labores como voluntaria.


Terminó el tercer descanso del partido y mi móvil vibró en el bolsillo. Era un mensaje de Nigel: "Ven al almacén. No tardes." Parecía urgente. Un visitante me pidió una chapa de recuerdo y se la vendí.
- Marianne, ¿te importa quedarte tú sola un momento? - Le pregunté a mi compañera. - Enseguida vuelvo.
- No te preocupes, la cosa está tranquila ahora. - Le sonreí y me dirigí hacia la puerta del almacén, que estaba entreabierta.
- ¿Nigel? - Susurré abriéndola despacio y entrando. No parecía haber nadie allí. La puerta se cerró de golpe detrás de mi y me dí la vuelta sobresaltada.
Nigel estaba en la puerta y me observaba de una manera que hizo que se me pusiera la piel de gallina.
- ¡Me has asustado! - Me llevé una mano al pecho, notando los latidos alterados de mi corazón. - ¿No deberías estar estudiando a la competencia? - Le pregunté.
- Ya lo he hecho y no tienen nada que hacer contra mi equipo, y mucho menos estando yo en él. - añadió, caminando lentamente hacia mi.
- ¿Te han dicho alguna vez que eres un poco creído? - Suavicé la verdad. Una pequeña sonrisa apareció en sus labios.
- ¿Solo un poco? - Me besó con delicadeza, como con temor a que me apartara. Al ver que no lo hacía, sus labios se movieron con furia y me pegó a su cuerpo. Una de mis manos fue a parar a su nuca, la otra a su espalda.
Nos movimos por el polvoriento almacén, tropezando con más de una caja. Me apoyó en la pared, apartó mi pelo y empezó a darme besos en el cuello, recorriendo mi cuerpo con sus manos. Le respondi con más besos y caricias. Me levantó la camiseta a la misma vez que yo le quitaba la suya. Recorrí la suave piel de su espalda con mis dedos. Sus labios se deslizaron por mi clavícula y continuaron bajando, hasta llegar a mi vientre. Me desabrochó el pantalón con agilidad.
- Espera. - Le dije, poniendo una mano en su mejilla. - ¿Aquí, en el almacén?
- ¿Por qué no? La puerta está cerrada y no pasa nadie por aquí. - Cerré los ojos mientras él volvía a besar mi cuello. Había numerosas razones en contra pero, por alguna razón, no lograba recordarlas en ese momento, ni siquiera podía pensar algo coherente.
Miró a nuestro alrededor y despejó una vieja mesa de madera que estaba a un lado del almacén, tirando ruidosamente todos los objetos que estaban sobre ella al suelo. Alargó una mano hacia mi y la acepté sin titubear. La madera crujió al sentarme en la mesa y Nigel continuó recorriéndome a besos.
Se escuchó un golpe en la puerta, alguien forcejeaba con la cerradura. Nos quedamos quietos, pegados el uno al otro. Volvieron a llamar con más fuerza.
- ¿Hay alguien ahí? - Dijeron desde el otro lado. Me pareció que era el supervisor del grupo de voluntarios.
Nigel se llevó un dedo a los labios y me miró. Asentí y escuché atentamente.
- ¿Qué pasa? - Preguntó una voz femenina.
- He escuchado un ruido ahí dentro pero no se abre la puerta. - Explicó el otro. - Por mucho que giro la llave, el picaporte no funciona. Vamos a tener que desatornillar la cerradura.
Miré a Nigel con cara de pánico, él negó con la cabeza con una sonrisa tranquilizadora.
- ¿Te corre mucha prisa? Quiero decir, el partido está a punto de acabar y sabes como se pone el bar, necesitamos a todos los voluntarios posibles.
- Tienes razón, me ocuparé de esto luego. - Dieron unos golpecitos en la puerta, dejando claro a qué se refería. Nos quedamos en silencio, escuchando sus pasos alejarse.
Cuando se dejaron de oir reí, escondiendo la cabeza en el hombro de Nigel.
- Creo que vamos a tener que dejarlo para otro momento. - Le dije. Me tomó la cara entre ambas manos.
- ¿En serio? - Preguntó. Me dió un beso lento y saboreé sus labios. Me miró con intensidad.
- Tenemos que irnos de aqui antes de que vuelvan. - Dije con dificultad. Me bajé de la mesa, apartándole con suavidad. Me recoloqué la ropa y el pelo. Abrí el pestillo que nos mantenía encerrados.
- ¿No vienes? - Le pregunté al ver que no me seguía.
- Ahora voy. - Salí al pasillo mirando antes a ambos lados. Me dirigí al puesto que me habían asignado sin poder dejar de sonreir.
- Por fin apareces. - Me dijo Marianne. - Hace falta personal en el bar, ¿vas tú o prefieres quedarte aquí?
- Voy yo. - Aún notaba la adrenalina por mi cuerpo y necesitaba estar en movimiento.
- Eh, te falta un pendiente. - Observó. Me llevé una mano a la oreja.
- Ah, se me debe haber caído en alguna parte. - Traté de disimular una sonrisa.

El bar no era demasiado grande y estaba dentro del mismo polideportivo. La gran cantidad de clientes que había venido de golpe se fue dispersando y ahora llegaban de forma intermitente por lo que había más tranquilidad detrás de la barra. Anne, John e Isabelle llegaron acompañados por Darren y sus tres amigos. Les saludé y me acerqué a ellos.
- ¿Qué pasa, chicos? - Les pregunté. - ¿Os ha gustado el partido?
- No está mal, pero sigo prefiriendo el fútbol. - Contestó Anne. Les conté por encima.
- Lo sé. Por aquí, seguidme. - Junté dos mesas y les acerqué siete sillas. - ¿Qué queréis tomar?
Apunté sus pedidos en la libreta que llevaba en el bolsillo del delantal.
- Enseguida os lo traigo.
- Te echaré una mano. - Se ofreció Anne. Rozó a Darren al levantarse de su lado y este la siguió con la mirada embobado.
Levanté la tabla de madera, poniéndome tras la barra.
- Le tienes loquito. - Le dije. Anne se sonrojó ligeramente.
- ¿Tú crees? - Le miró con una sonrisa tímida, mordiéndose el labio. - A mi si que me tiene loca.
Sonreí, sirviendo las bebidas.
- Tengo novedades sobre Nigel. - Se volvió hacia mi con una mueca de asco que ocultó enseguida. Sabía que no le caía bien pero necesitaba contárselo. - Nos hemos besado.
Soltó un pequeño grito de sorpresa. Le hice una seña con las manos para que bajara la voz.
- ¿Cuándo ha sido eso?
- En el cumpleaños de Jack. - dije.
- Y me lo cuentas ahora... ¡Mala!
- No he podido hablar contigo antes. - Hice una pausa. - Y hay más.
- ¿Más? - Sentí que enrojecía.
- Pero no grites más, por favor. - Anne asintió, mirándome expectante. - Casi lo hacemos en el almacén del polideportivo.
Ahogó un grito pero aún así un fino sonido salió de su garganta. Le mandé callar. Parecía más nerviosa que yo.
- ¿Con lo de hacerlo te refieres a...? - Preguntó para asegurarse que no había malinterpretado mis palabras. Asentí.
- Sí, a eso mismo.
- ¡Qué fuerte! - Fue capaz de decir. - ¿Y cómo...? Quiero decir, ¿así porque sí? - Terminé de servir las siete copas.
- Ya te contaré con más detalle.
- No hace falta que me des muchos detalles, y menos con ese. - Hizo un movimiento de repulsión con la mano.
- No me refería a esa clase de detalles. - Coloqué las copas en la bandeja.
- ¡Qué fuerte! No me lo esperaba. ¿Quién eres tú y qué has hecho con mi amiga? - Me señaló con un dedo acusador. Reí.
- No sé que me pasa, es verlo y no soy capaz de controlarme. - Cogí un cuenco rectangular y eché frutos secos en él.
- ¿Te has dado cuenta? - Dijo tras una pausa. - Yo con Darren, tú con Niggie, John con Charlotte...
- ¿Están ya juntos? - Le pregunté, mirando hacia la mesa. Estaban sentado el uno junto al otro y hablaban entre ellos, sonriéndose mutuamente. Charlotte movía de forma nerviosa un mechón de su pelirrojo cabello entre sus dedos.
- Están a punto, John le va a pedir una cita.
- ¡Qué monos! ¿E Isabelle? - Anne se encogió de hombros.
- ¿Con Jack?
- ¿Si? No parece muy interesada en él.
- No te creas, hace un momento me ha preguntado si lo había visto.
- ¿En serio?
- Como te lo estoy contando. - Cogí la bandeja y nos dirigimos a la mesa.
- Parece que después de tanto insistir, Jack ha conseguido hacerse un hueco en el corazón de Isabelle. La verdad es que harían una buena pareja. - Pensé en voz alta.

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