sábado, 5 de octubre de 2013

CAPÍTULO 14 - FINAL DEL TORNEO

El aire movía la cortina de la ventana de mi habitación, Nigel estaba de pie frente a ella. Me incorporé en la cama, tratando de cubrirme con la sábana, el pijama de verano que llevaba enseñaba más de lo que debería.
- ¿Qué haces aquí? - Dije. Se acercó con paso seguro y lento, desnudándome con la mirada.
- Tenemos algo pendiente. - Se tumbó sobre mi, besándome. Sus labios se deslizaron por mi mandíbula y mi cuello y me mordisqueó el lóbulo de la oreja. No pude evitar soltar un gemido.
Me miró con una sonrisa, dejando su cara a pocos centímetros de la mía. Su rostro había cambiado, al igual que su cuerpo.
- ¿Es que ya no me quieres? - Preguntó Dean.
Abrí los ojos de golpe, con el corazón a mil por hora. Ese sueño había sido obra de mi mala conciencia. Giré sobre mi costado y me tapé la cara con ambas manos. Dean y yo ya no estábamos juntos, entonces, ¿por qué sentía cómo si le estuviera engañando?

La mañana pasó rápida aunque no podía dejar de darle vueltas a la cabeza. Esa tarde se jugaría el último partido del torneo, poniendo fin al evento de tres días. Y allí iba a estar Nigel, su equipo era uno de los finalistas. ¿Qué debía hacer?
Las ventas en los stands disminuyeron, así que, al no ser necesarios tantos voluntarios, nos dejaron tiempo libre. Me acerqué a mis amigos, que estaban junto a la puerta de la entrada. Me sorprendió no verlos con Darren, Charlotte y compañía.
- Oye, ¿y el franchute y sus amigos? - Pregunté tras saludarles.
- Ahora vendrán, les estamos esperando. - Respondió Anne.
- John, ¿y para cuándo esa cita con Charlotte? - Le dije, dándole con el codo. Sonrió tímidamente.
- Estoy en ello, hoy se lo diré sin falta.
- Eso espero, estoy segura que aceptará. - Miré a Isabelle. - ¿Y a ti no te llama la atención ningún chico?
- Bueno, por lo pronto no. - Se encogió de hombros. Isabelle era más cerrada para demostrar sus sentimientos, o lo mejor era que todavía no sabía lo que sentía, en ese caso ya éramos dos. - ¿Y tú? ¿Cómo estás?
- Bien. - Respondí, aunque en realidad no sabía cómo me sentía. Entre rara, confusa y un poco perdida.
- ¿Has vuelto a ver a Niggie? - preguntó Anne.
- No desde ayer. - Aún no estaba dispuesta a contarles a los demás lo que había pasado entre nosotros, no hasta que yo misma supiera lo que teníamos Nigel y yo.
- Están tardado en llegar. - John miró su reloj de forma nerviosa.
- Pronto aparecerán, ten un poco de paciencia. - Dije. Sentí que alguien me rozaba la espalda, de paletilla a paletilla. Giré mi cabeza, queriendo ver quién me había tocado con tanto espacio a mi alrededor para pasar. Me encontré con Nigel, que me miraba de reojos con su característica sonrisa ladeada. Bajé la vista con una sonrisa en mis labios.
- Ahí está. - Alcé la cabeza con rapidez, pensando que hablaban de Nigel, y sentí el calor en mis mejillas. Me decepcionó el ver que se referían a Darren, Charlotte, Nathan y Leeroy, que acababan de aparecer.
Al subir los escalones para sentarnos en las gradas vi a Jack con un amigo suyo, un chico moreno con el pelo rizado y ojos marrones que siempre se me quedaba mirando fijamente con los ojos muy abiertos y casi sin pestañear, lo que me hacía sentir más que incómoda. Ya lo había comentado con mis amigos y habíamos llegado a la conclusión de que esa era su forma de mirar.
- Hola, Jack. - Le saludé, haciéndole una seña a los demás para que me siguieran. - ¿Están estos sitios libres? - Le pregunté indicando el enorme hueco que había a su lado.
- Claro, sentaos. - Le dirigió una discreta mirada a Isabelle, que se sentó a mi lado, quedando yo entre Jack y ella. En cuanto pudiera me cambiaría de sitio y los dejaría sentados juntos. - Este es Roy. - Nos presentó al chico de mirada psicópata.
- Encantada. - Le dije forzando una sonrisa. Cuando apartó la vista, centrándose en la cancha, suspiré aliviada.
Busqué con la mirada a Nigel, que estaba junto a la pista, con su equipación puesta y charlaba con un grupo de chicos y chicas. Dos chicas se pusieron a su lado, besándole una mejilla cada una, mientras otra les hacía una foto. Una de las chicas se rió de forma exagerada y le pasó una mano por el brazo, o mejor dicho, le manoseó. Apreté la mandíbula. Escuché mi nombre a lo lejos sin darle importancia.
- Catherine, te llaman. - Me dijo Jack, señalando a un chico que estaba en la pista, mirando hacia las gradas. Era Barney, uno de los voluntarios de mi grupo.
- ¡Catherine, ven! - gritó. Asentí y bajé de las gradas, reuniéndome con él. - Necesitamos ayuda para organizar el almacén, alguien lo ha dejado hecho un desastre. - Desvié la mirada, sintiéndome culpable. -  Hay cajas desperdigadas y rotas por todas partes. Incluso han tirado las cosas que había encima de la mesa. Me parece a mi que ahí ha habido tema.
- ¿Tú crees? - Aguanté una sonrisa, mordiéndome el labio por dentro.
- Es lo que parece. Siento haber tenido que molestarte pero no encontraba a ningún otro voluntario, excepto los que están en el bar y en los puestos.
- No importa, me apunté para ayudar. - Le sonreí. En cierto modo, había sido la causante de ese desorden así que me tocaba recogerlo.

Entre los dos, pronto terminamos de ordenar el almacén.
- Esto ya es otra cosa. - Dijo Barney. Se sacudió las manos, levantando una nube de polvo frente a él. Me aparté un mechón de pelo de mi frente pegajosa por el sudor, hacía mucho calor ahí dentro.
- Desde luego. - No podía evitar recordar lo que había estado a punto de pasar en ese mismo sitio un día atrás. Incluso encontré el pendiente que había dado por perdido, por suerte Barney no se había dado cuenta de mi descubrimiento.
Salimos al pasillo justo en el momento en el que los jugadores se dirigían hacia los vestuarios, en el segundo descanso, que era el más largo. Nigel pasó su mirada de mi a Barney, luego al almacén y por último a mi de nuevo. Arqueó una ceja, como esperando una explicación. Seguramente había malinterpretado lo que Barney y yo acabábamos de hacer allí. Aceleré el paso, tratando de salir de ahí cuanto antes pero me vi atrapada por enormes tipos que me sacaban más de dos cabezas. Cuando conseguí llegar a la entrada del pasillo tomé aire.
- ¡Cuánta prisa! - Dijo Barney alcanzándome.
- Me he agobiado al ver a tanta personas en un pasillo tan estrecho.
- Ya me he dado cuenta. - Miró el marcador que estaba sobre la pista de baloncesto. El equipo de Nigel iba ganando por muy poco. - Por lo menos podremos ver el final del partido. En cuanto termine pásate por el bar, necesitaremos más manos.
Volví a las gradas con mis amigos. Jack e Isabelle conversaban animadamente, John le estaba enseñando algo en el móvil a Charlotte, Anne y Darren estaban agarrados de la mano charlando muy pegados, y Nathan y Leeroy comentaban el partido. Me senté junto a ellos con un suspiro.

Sonó la campana que indicaba el fin del segundo descanso y los jugadores volvieron a la cancha. Tanto a un bando como al otro les contaba encestar, estaban muy igualados. De repente, uno de los jugadores golpeó al del otro equipo, que cayó al suelo por el impacto. Me puse en pie al ver el número seis en su camiseta, era Nigel. Le ofrecieron la mano para ayudarle a levantarse pero este la rechazó, orgulloso, y se puso en pie con facilidad, llevándose una mano a la cara. El causante de la lesión ni siquiera se acercó para disculparse.
Aún así, continuaron jugando. Durante el tercer descanso, Nigel se puso una toalla húmeda sobre el ojo, parecía que era allí donde le habían dado aunque no se sentó en el banquillo en ningún momento. Se terminó el partido, ganando por 4 puntos al otro equipo. Antes de que los espectadores colapsaran las escaleras, fui hacia el bar.
- Llegas justo a tiempo. - Me dijo el supervisor lanzándome un delantal. Me lo até a la cintura.
La multitud empezó a entrar y el trabajo a acumularse. Pronto llegaron los jugadores, a quienes aplaudieron y vitorearon. Se acercaban a Nigel, seguramente para preguntarle por su ojo. No lograba verle bien, estaba demasiado lejos y yo demasiado ocupada. Juntaron varias mesas para que estuvieran cómodos y mi compañera les tomó nota. Seguí moviéndome entre las mesas, sirviendo copas y aperitivos.
- ¡Eh! ¿Cuándo nos van a servir a nosotros? - Me preguntó de malos modos uno de los jugadores del equipo de Nigel. - Somos los ganadores.
- Enseguida vendrá mi compañera. - Evité la mirada de Nigel y seguí mi camino. Los del otro equipo no habían aparecido por allí, supuse que no querrían encontrarse con sus contrincantes.

- Son 15 euros. - Le dije a unos señores que estaban sentados en sus taburetes al otro lado de la barra.
- Aquí tienes, quédate con el cambio. - Me dieron el dinero, les di las gracias y se marcharon. Limpié la madera con un paño.
- ¿Me das hielo? Para el ojo. - Preguntó una voz conocida a la camarera que estaba conmigo detrás de la barra. Miré a Nigel, que estaba acodado sobre ella. Tenía el ojo hinchado y se le estaba empezando a poner morado. Nuestras miradas se cruzaron y desvié la vista. Atendí a unos clientes que acababan de llegar.
- Aquí tienes. - Leena, la camarera, había envuelto hielo en un paño de cocina y se lo dió a Nigel. - No sé cómo pudiste seguir jugando después de ese golpe.
- Hace falta más que un golpecito para pararme. - Se golpeó el pecho con un puño.
- Ya se nota, eres un tipo duro. - Le aduló. Puse los ojos en blanco. Lo que le faltaba oir para que se volviera aún más creído.
- Me llamo Leena.
- Yo soy Nigel. - Se presentaron.
- Sí, lo sé. - Hizo una pausa. - Me da vergüenza pedírtelo pero... ¿puedes hacerte una foto conmigo?
Solté una carcajada incrédula. Leena y Nigel me dirigieron una mirada al igual que los clientes que estaban más cerca de la barra. Saqué brillo a la copa de cristal que tenía entre las manos, ignorándoles. Leena sacó el móvil del bolsillo de su delantal y se volvió hacia mi.
- ¿Puedes hacernos una foto?
- Claro. - Lo cogí.
- Espera, voy a ponerme más cerca. - Leena salió al otro lado de la barra y se colocó a la izquierda de Nigel, poniéndole una mano sobre el hombro. Nigel no me quitaba la vista de encima así que traté que mis celos no se reflejaran en mi rostro.
- Ya está. - Le devolví su móvil.
- Gracias. - Se volvió hacia él. - ¿Puedes darme un autógrafo también? Por si algún día te haces famoso y eso. - Dijo Leena tímidamente. Sacudí la cabeza, sin poder creérmelo.
- Por supuesto. - Respondió él. Leena se marchó. - ¿Y tú, no quieres un autógrafo? - Me preguntó con una sonrisa petulante.
- Déjame que me lo piense... No. - Dije secamente y cogí una bandeja honda para recoger los vasos sucios. Levanté la tabla de madera de la barra y fui a una mesa cercana.
- Pareces celosa.
- No digas tonterías. - Me giré hacia él. - ¿Por qué debería estarlo? - Aunque en realidad lo estaba, y más de lo que hubiera sido capaz de admitir. Uno de los vasos se me resbaló y derramé el poco líquido que quedaba dentro.
- ¿Necesitas ayuda? - Preguntó, mirándome divertido.
- No. - Alargué la mano hacia un trapo seco que había en la barra. Nigel me lo acercó y nuestros dedos se rozaron. Me aparté lentamente y continué con mi trabajo.
Leena volvió con papel y boli y se lo dió a Nigel para que se lo firmara.
- Oye, esta noche haremos una fiesta en casa de Luke. - Dijo él, señalando hacia la mesa de su equipo. - Para celebrar nuestra victoria. Si queréis venir, es a partir de las 11. - Nos miró a ambas.
- ¡Claro, allí estaré! - Respondió Leena animada, llevándose el autógrafo al pecho.
- No tengo como ir, además, no sé dónde vive ese tal Luke.
- Yo te llevo, no te preocupes. - Se ofreció Leena.
- Perfecto, aquí tenéis la dirección. - Nigel apuntó algo en una de las hojas de la libreta que Leena había traido. - Os veo luego. - Me guiñó un ojo. Cogió el paño con el hielo y se alejó, poniéndoselo sobre el moratón.
- Genial. - Solté con ironía. Leena suspiró viéndole marchar. Puse los ojos en blanco. Otra tonta colada por ese estúpido creido. Tampoco yo podía quitarle la vista de encima. Idiota, me dije a mi misma.

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