sábado, 7 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 5 - LA GRADUACIÓN

Poco a poco retomé el contacto con mis amigos y salí de mi aislamiento social sin dejar de tener en mi cabeza a Dean, aunque ya no era el centro de todo.
Mis padres seguían con su tonteo adolescente. De vez en cuando, mi madre se daba cuenta de que volvía a caer en su hechizo y se alejaba, aunque no tardaba en bajar sus defensas de nuevo.
Llegó el dia de mi graduación, una semana antes de la temida Selectividad. Hacía una tarde preciosa de junio, la brisa refrescaba la piel, el cielo estaba completamente despejado y el sol brillaba, calentando todo a su paso. Me reuní con Anne, Samantha e Isabelle en el instituto y nos sentamos juntas en los asientos del salón de actos. Primero entramos los alumnos del segundo curso de Bachiller y luego los familiares y amigos de los graduados. Los nervios por tener que subirme al escenario para recoger mi diploma se acumulaban en mi estómago. Miré hacia atrás y vi que mi madre estaba unos pocos asientos atrás de mi, junto a mi tía. John también había venido, le saludé con la mano. Mi padre tenía trabajo así que dijo que se llegaría más tarde si podía. El salón de actos se fue llenando y miré nerviosa a mi alrededor, sin poder quedarme quieta.
Entonces le ví, junto a la puerta. Cabello negro, ojos claros, ese perfil tan perfecto... Un nombre pasó por mi cabeza como si me lo susurraran en el oido. Dean. Noté los latidos de mi corazón retumbándome en los oídos. Apreté el brazo de Anne, que estaba sentada a mi izquierda. No me había dado cuenta que estaba hablando con Samantha, se volvió hacia mi.
- ¿Qué pasa? - preguntó preocupada ante mi arrebato. Le busqué de nuevo, allí estaba el chico, no me lo había imaginado pero no era Dean.
- Nada, nada. Seguid hablando, ahora te cuento. - Le observé con detenimiento. Sus orejas eran más pequeñas, su rostro más afilado y era menos corpulento. Me sentí decepcionada y a la vez estúpida, era obvio que no podía ser Dean. Traté de recuperar el ritmo normal de mi respiración.
- ¿Qué querías? - dijo Anne tras haber terminado la conversación. Sentía como si se hubieran reavivado las viejas heridas que ya se estaban cicatrizando.
- ¿Ves a ese chico de ahí? - se lo señalé discretamente. - ¿No te recuerda a Dean?
- Un poco. - respondió tras analizarlo brevemente. Me agarró del brazo y apoyó su cabeza en mi hombro. - No le des más vueltas, estamos a punto de graduarnos, cenaremos y después nos hartaremos de bailar hasta que nos duelan los pies y nos haremos fotos, muchas, muchas fotos. - asentí y sonreí.
Los profesores se subieron al escenario, dieron un breve discurso de bienvenida a los familiares y, al final del acto, uno de despedida para los alumnos. Después, la directora fue nombrando uno por uno a los graduados y fuimos pasando por el escenario. Fue más breve de lo que pensaba. Después subió un pequeño grupo de alumnos para dar un discurso agradeciéndoles a los profesores su gran trabajo y recordando anécdotas ocurridas en clase. Para terminar, pusieron un video con fotos realizadas a lo largo de los dos cursos.
El acto terminó y nos colocamos en la escalera de la entrada del instituto para hacernos la foto en grupo. Los flashes de numerosas cámaras nos disparaban como si fueramos famosos. Posamos junto a los profesores, con los compañeros de clase y con nuestros familiares.
Mi primo acababa de llegar y estaba hablando con mi tía y mi madre. Al dirigirme hacia ellos, tuve una sensación extraña, como si me estuvieran observando, giré la cabeza hacia la derecha. En el borde de piedra que rodeaba la pequeña parcela de jardín del patio del instituto estaba sentado el chico que se parecía a Dean. Me estaba mirando, volví la vista hacia el frente, nerviosa. Manoseé un mechón de mi cabello y llegué hacia donde estaba mi familia.
- ¡Qué guapa estás primita! - me dijo mi primo Iván, abrazándome. Me sacaba una cabeza y verlo me recordaba a Dean, pues era él quien me lo había presentado.
- Gracias, ¿qué acabas de llegar?
- Si, ahora mismito he terminado mi turno. - asentí.
- Nena, ¿dónde está el servicio? - Me preguntó mi tia, se lo expliqué y se fue con mi madre. Nos quedamos mi primo y yo a solas. Hubo un silencio incómodo.
- Me alegra que hayas venido, hacía mucho que no te veía. - Solo le había visto un par de veces tras los cinco meses que habían pasado de la muerte de Dean y apenas habíamos hablado.
- Yo también me alegro de verte. Estás muy guapa de azul. - Me alisé la falda del vestido que era verde-azulado.
- Dean también lo decía. - dije nostálgica, bajó la vista. - ¿Por qué no viniste?
- ¿Dónde? - la pregunta le pilló por sorpresa.
- Al funeral. Era tu amigo, tu compañero de equipo. Sé que no estabas trabajando como le dijiste a los padres de Dean.
- No podía. ¿Ir allí, ver todas esas caras tristes, tanto sufrimiento junto en un mismo sitio? - bufó. - Eso es demasiado duro.
- Pues imagínate para mi. ¿Crees que disfruté viendo como enterraban a mi novio? ¿O mejor dicho a un ataud vacío porque su cuerpo voló en pedazos y se esparció por el aire? - alcé la voz. Mi primo miró alrededor.
- No grites, cálmate. - Las lágrimas se agolpaban en mis ojos. Me abrazó. - Siento no haber ido, debería haber estado allí para apoyarte.
- Ya no importa. - me salió la voz ronca por el nudo que se había formado en mi garganta. Carraspeé. Saqué un pañuelo de mi bolso y me enjugué las lágrimas que se habían acumulado en la comisura de mis ojos. Miré mi reflejo en la pantalla del móvil y me aseguré de que el maquillaje siguiera en su sitio. Tomé aire y me calmé.
- Gracias por venir hoy. - dije con sinceridad. Me sonrió.
- ¿Habéis visto que mono ese chiquillo? - la voz risueña de mi tía se fue acercando a nosotros. - Con los ojos claros, muy mono. - repitió. Miré hacia atrás con curiosidad pero no vi a ningún chico de ojos claros.
Mi padre apareció caminando con rápidez por la entrada y fue directo hacia nosotros.
- ¡El que faltaba! - murmuró mi tia, enfadada. Todavía no le había perdonado y la entendía perfectamente.
- ¡Catherine, estás preciosa! - me dió un abrazo rápido.
- Gracias. - dije.
- Rose. - Saludó a mi madre con dos besos en la mejilla. - Emily, encantado de volver a verte. - se fue a acercar a mi tía pero la mirada que ella le dirigió le hizo cambiar de idea. - ¡Iván, pero cuánto has crecido! - Le estrechó la mano a mi primo. - ¡Eras poco más que un crío la última vez que te vi!
- Si, igual que Catherine. Por cierto, ¿dónde has estado todos estos años? - preguntó molesto.
- ¡Cath, vamos a cenar! - me gritó Anne, interrumpiéndonos oportunamente.
- ¡Voy! - le respondí. - ¿Me llevas tú, papá? - Aún me resultaba extraño llamarle así. Quería sacarlo de allí, no necesitaba más enfrentamientos entre miembros de mi familia y menos en un día como hoy.
- Claro. - respondió mi padre. - Tú me indicas.

San Jacobos con un líquido extraño dentro, croquetas duras, cuchillos que no cortaban y un pastel rancio de chocolate era el resumen de nuestra cena. Reíamos sin parar, inmortalizando los momentos y sin pensar en el futuro que nos deparaba, solo disfrutando de esos instantes.
- Hacía mucho tiempo que no me reía así. - les dije a John, Anne e Isabelle tras la cena, mientras esperábamos a que abrieran la discoteca. Samantha se acababa de ir con su novio y dos amigos más. Les di un abrazo a Anne y John, Isabelle estaba sentada descansando los pies, le hice una seña para que se acercara pero no lo hizo ya que los tacones le estaban matando.
- Gracias por todo, chicos. - No sabía qué haría sin ellos, siempre estaban ahí para lo que fuera.
La puerta se abrió y entramos en la discoteca. Pasamos por la cola y les dimos las entradas a los porteros, un pequeño recibidor nos llevaba ante dos puertas que daban a dos salas distintas pero conectadas entre sí por un pasillo. Entramos en la sala de la derecha, que aún estaba casi vacía. Tenía una pista circular rodeada por columnas en el centro y dos barras, una a cada lado de la enorme sala. Al fondo, estaba la zona de los reservados, separados por unos escalones y una larga barandilla, con cómodos sillones y frágiles mesas de cristal frente a ellos. La otra sala era más pequeña y rectangular, con menos sillones pero con dos barras igualmente. Antes de llegar al pasillo que las unía a ambas, había un guardaropas y una zona al aire libre para fumadores o simplemente para quien quisiera sentir el frescor de la noche.
Nos sentamos en los reservados de la sala redondeada esperando que hubiera más ambiente. La sala empezó a llenarse, nos dirigimos a la pista de baile y nos movimos con ganas, queriendo desprendernos de los nervios de ese día y del que pasaríamos en la semana siguiente con los exámenes de selectividad.

Rondaban las 5 de la mañana y nos sentamos en un pequeño escalón para descansar, alejados del círculo de columnas donde la gente bailaba. Aparté la vista de la pista de baile y me di cuenta de que el chico que se parecía a Dean estaba frente a mi, de espaldas, hablando con dos chicos, supuse que sus amigos. Miré hacia otro lado, buscando caras conocidas, disfrutando con la alegría que había en el ambiente.
De vez en cuando no podía evitar mirarle. No se parecía tanto a Dean como me había parecido en un principio, pero aún así tenía algo que me seguía recordando a él. Vestía bien, llevaba una camisa de cuadros azulada y unas bermudas beige. Su espalda era ancha, como me gustaba. Uno de sus amigos me pilló mirándole, desvié la vista rápidamente, centrando mi atención en otras personas.
La canción terminó y empezó otra. Esta era más lenta, la había escuchado muchas veces, seguramente sería la próxima canción del verano y ya estaba empezando a aborrecerla. La letra no tenía sentido aunque el mensaje que intentaba dar era bonito.
- Qué poco me gusta esta canción. - le dije a John, que estaba sentado a mi lado. - Es muy cansina.
- Sí, suena en todos los sitios. - asentí, opinaba lo mismo.
El clon de Dean se giró y se inclinó hacia mi con la mano extendida. No me lo esperaba, le miré sorprendida. ¿Qué pensarían los demás? Volví la vista hacia Anne sin saber qué hacer, ella me hizo señas con las manos para que saliera a bailar. Le di la mano y me ayudó a levantarme del escalón, sus amigos se apartaron, dejando espacio para que pudieramos movernos sin problema. Era alto, apenas un poco más bajo que Dean. Puso su mano derecha en mi espalda y con la otra sujetó mi mano sobre su pecho. Giramos sobre nosotros mismos al ritmo de la música, pegó su cuerpo al mio. Un agradable calor inundó mi cuerpo, hacía mucho que no me sentía así. Mi bolso era lo único que nos separaba, lo miré sin saber si apartarlo o no, decidí dejarlo donde estaba.
- Tranquila. - me susurró al oído. ¿Tanto se me notaba lo nerviosa que estaba? Seguimos girando, notaba una sonrisa en mis labios que no podía contener.
Me cantó una estrofa de la canción al oido. Esto es subrealista, pensé. Estas cosas no pasan y mucho menos a mi.
- Ya no me sé más. - dijo interrumpiendo el baile y dejando de cantar. Sonreí para que no se sintiera mal por no saberse la letra.
- No pasa nada. - nos separamos. No podía mirarle a los ojos, siempre me había costado mantenerle la mirada a los demás, sobre todo a los chicos que me atraían. Incluso después de dos años había momentos en los que la mirada de Dean me seguía intimidando.
- ¿Cómo te llamas? - le pregunté agarrándole del brazo antes de que se fuera. Que no se llame Dean, por favor, pensé.
- Nigel, ¿y tú? - notaba la boca seca.
- Catherine. - dije en voz baja. - Catherine. - repetí más fuerte acercándome a su oido. Se apartó un poco, a lo mejor lo había dicho demasiado alto. Me alejé.
- Dame un beso. - Esto si que era demasiado. Negué con la cabeza con una sonrisa tímida. - Venga. - Se señaló la mejilla y me lanzó una mirada a la que no pude resistir. Le di un beso en la cara. - ¿Ves? Ahora te doy yo otro. - Presionó suavemente sus labios contra mi mejilla. Nos sonreimos y me volví hacia mis amigos, que se habían puesto todos en pie, expectantes.
- Se llama Nigel. - conseguí decir. Me temblaban las manos, las puse sobre el bolso para que no se me notara y noté el calor que había dejado su cuerpo en él. Dejé las manos sueltas a los costados esperando que Nigel no hubiera sentido mi temblor mientras bailábamos.
Alguien deslizó su mano por mi muñeca y me agarró la mano haciéndome ir hacia él.
- ¿Tu amiga quiere bailar con mi amigo? - era Nigel, señaló a uno de sus amigos, el que me había pillado mirándole.
- ¿Cuál de ellas? - le pregunté.
- La que está de pie. - Isabelle se había vuelto a sentar así que me acerqué a Anne y se lo dije.
- ¿Con ese? No. - respondió poniendo una mueca. Negué la cabeza mirando a Nigel. Él se acercó a Anne.
- ¿No quieres bailar con él? - Anne negó con la cabeza. - ¿Por qué?
- Porque no. - dijo encogiéndose de hombros.
- ¿Y conmigo? - cogió a Anne de la mano mientras se señalaba con la otra.
- ¡No! - ella apartó su mano. - Tú baila con ella. - me señaló. Sentí la vista de mis tres amigos y de Nigel puestas en mi.
- No. - me salió de la boca sin pensar. Demasiadas emociones por una noche, además me sentía torpe y atontada a su lado.
Nigel se encogió de hombros y se fue. Volví a sentarme en el escalón y sin darme cuenta miré hacia donde estaba Nigel. Una chica con un vestido negro muy corto se le acercó para bailar con él, este le empezó a seguir el juego sin mucho interés y enseguida la rechazó y se quedó con sus amigos. Sonreí complacida.
Una vez cerraron la discoteca, esperamos fuera a que nos recogiera mi madre. Antes de montarme en el coche miré al otro lado de la calle y allí estaba Nigel con sus amigos, mirando hacia donde estábamos. Bajé la vista y me acomodé en el asiento del copiloto.
- ¿Qué tal la noche? - Nos preguntó mi madre.
- Bien, mejor de lo que esperaba. - Dije con una sonrisa. Puso el coche en marcha y nos marchamos.

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