martes, 24 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 12 - EL CUMPLEAÑOS DE JACK

- Entonces fuimos a dar un paseo por la playa. Me entró frío, tú sabes lo friolera que soy, - recalcó Anne - me abrazó por la espalda y me dijo al oído: eres mi novia. - Soltó un suspiro de enamorada y se dejó caer en mi cama. Tenía la vista fija en el techo, sumergida en sus recuerdos. Había empezado a salir con Darren hacía casi dos semanas, más o menos tres días después de que Dean y yo rompiéramos oficialmente.
Era 29 de agosto, lo que significaba que era el cumpleaños de Jack, uno de los mejores amigos de Dean. Después de mucho dudar y de escuchar repetidamente la frase "salir te vendrá bien" por parte de mis amigos y mi familia, acepté ir a la fiesta que celebraba en su casa a partir de las siete de la tarde. Me estaba terminando de preparar.
- ¿No vas a llevar biquini? - preguntó Anne, que se había sentado en mi cama. La casa de Jack tenía un gran jardín con piscina.
- No creo que haga falta. Solo voy a estar un rato allí, le daré mi regalo y volveré tan pronto como pueda.
- ¿Estás segura de que no quieres que vaya contigo? - Asentí y me até las sandalias.
- Va a ser entrar y salir. Además, ¿no habías quedado hoy con Darren?
- Sí, pero podría quedar más tarde con él. - Negué con la cabeza. - ¿Sabes? Le vamos a decir a John que se venga con nosotros y a Charlotte también. Parece que se gustan pero necesitan un empujoncito para dar el paso.
- Es una buena idea. Una cita doble. - Siempre había querido tener una pero ninguno de mis amigos había tenido pareja cuando estaba con Dean. Suspiré para mis adentros al pensar en él. Metí el móvil en el bolso y me lo colgué.
- ¿Qué tal estoy? - Le pregunté.
- Sencilla pero genial. - Le sonreí. Llevaba unos pantalones cortos celestes y una camiseta de tirantes blanca. Levanté la bolsa con el regalo de Jack y la mirada de Anne fue a parar al objeto que había debajo. - ¿Y esto? - Lo cogió, era el albúm personalizado que le había regalado a Dean por nuestro aniversario, el mismo que recogí de su habitación cuando todos le dábamos por muerto.
- Catherine... - Su tono era una mezcla de reproche y comprensión. Se lo quité de las manos y lo dejé en su hueco de la estantería.
- Debí dejarlo fuera al limpiar la habitación. - Me excusé.
- Y voy yo y me lo creo. - Desvié la vista. - Tienes que dejar el pasado atrás. Los dos estábais de acuerdo en dejarlo, ¿no? Pues ahora toca seguir adelante.
- Es muy difícil olvidar todos los momentos que he vivido con él. - Se levantó y me dio un abrazo.
- Lo sé, pero lo superarás. El tiempo lo cura todo. - Le respondí al abrazo.

Llegué a casa de Jack. Ya desde el exterior se podía apreciar lo grande que era. Con dos plantas más sótano y desván, garaje interior y espacio suficiente en el jardín delantero para dos o tres coches más y una enreversada verja que los aislaba del mundo. Llamé al timbre y me abrió Vicky, una cotilla chica a la que conocía de vista del instituto y que había ido a la fiesta de vuelta a casa de Dean, antes de las navidades.
- ¡Hola, Cath! - Me saludó con familiaridad, como si fuéramos viejas amigas, cosa que no éramos. Miró a mi alrededor. - ¿Y Dean? ¿No viene contigo? - Me extrañó su pregunta, los rumores de nuestra ruptura deberían haberse extendido ya.
- No. - dije sencillamente, no pensaba darle más explicaciones. - ¿Dónde está el cumpleañero? Tengo un regalo para él. - Le enseñé la bolsa. Era la cuarta entrega de su videojuego favorito, siempre hablaba de él y, que yo supiera, no lo tenía todavía.
Jack siempre había sido muy amable y atento conmigo. Después del accidente de Dean, cuando todos le dábamos por muerto, me había llamado varias veces para saber cómo me encontraba, incluso tras nuestra ruptura me había invitado a su cumpleaños. Al contrario que Peter, de quien no había vuelto a saber nada desde hacía mucho y, aunque esperaba que siguiera siendo así, sabía que me lo iba a encontrar ahí, después de todo, él también era amigo de Jack.
Vicky me dejó paso y coloqué el regalo sobre una mesa junto al resto de paquetes envueltos. El interior de la casa era enorme y espacioso, con muebles modernos y de tonos claros. Había globos colgados sobre las columnas que adornaban la entrada del patio trasero, me dirigí hacia allí. La piscina brillaba con el reflejo de la luna creciente y las luces artificiales que la rodeaban, y la música se oyó más fuerte nada más cruzal el umbral. Estaba claro en qué parte de la casa se celebraba la fiesta. Miré entre los invitados, buscando a Jack. Mi plan era quedarme hasta la entrega de regalos y luego marcharme, esperaba que no tardara mucho en llegar esa parte. Vislumbré un cabello rubiazco acercándose a mi y me alegró ver una cara conocida.
- ¡Felicidades! - le dije a Jack, dándole dos besos en las mejillas.
- Gracias, pensaba que al final no ibas a venir. - Parecía contento de verme. Me dio un abrazo. - ¿Cómo estás? - Me encogí de hombros.
- Rara... - Hice una pausa.- ¿Tú... has hablado con él o sabes algo? - No hizo falta nombrarle, Jack sabía a quién me refería. Negó con la cabeza.
- No quiere hablar con nadie, parece como si se estuviera aislando de todas las personas que conoce. - Asentí.
- La última vez que hablamos quería encontrarse a si mismo, parece que esa es su forma de hacerlo, apartarse de todos. - Noté un tono amargo en mi voz y Jack me volvió a abrazar.
- Volverá, siempre lo hace. - Su optimismo y su cálida sonrisa me tranquilizó. - Oye, ¿e Isabelle, Anne y el resto? - Preguntó algo tímido. Trataba de disimular que le gusta Isabelle pero no se le daba muy bien.
- Isabelle ha ido al pueblo de su padre, para hacerle una visita a sus abuelos, y Anne y John no podían venir hoy. - Dije simplemente, sabía que lo que verdaderamente le interesaba era que viniera Isabelle.
Un grupo de chicas llamó a Jack a gritos.
- Te reclaman, chico del cumpleaños. - Le dije.
- No me gusta dejarte sola.
- No estoy sola, hay mucha gente por aquí. Estaré bien, ve. - Le indiqué con un movimiento de manos que se marchara y obedeció.
Tomé aire y miré a mi alrededor. A la mayoría los conocía de vista, eran amigos de Jack y alumnos del instituto pero no había hablado con ninguno de ellos y no estaba de humor para hacer nuevos amigos. Cerca de la puerta había una zona rectangular cubierta con un techo en la que había una gran mesa rodeada por sillas en la que había bebidas, frutos secos, patatas, sandwiches... y en el centro una amplia tarta, también rectangular, todavía sin tocar. Me acerqué y me serví agua en un vaso, sentía la boca seca.
- Siempre tan sana, solo agua... - dijo una voz que me resultaba familiar a mi lado. Observé la botella de cerveza que tenía en su mano.
- Ojalá pudiera decir lo mismo de ti, Peter. - Le sostuve la mirada. Nunca nos habíamos llevado especialmente bien y ahora menos que nunca. Él me odiaba por haber engañado supuestamente a Dean.
- Qué extraño que no estés tonteando con nadie. Ahora que estás oficialmente libre deberías aprovechar, total, ya lo has hecho antes, y teniendo novio... - Recalcó. De nuevo, esa punzada de culpabilidad en el pecho. No había engañado a Dean, nunca lo había hecho, no había llegado a besar a Nigel, solo habíamos bailado y hablado. Ya estaba cansada de repetírselo, no me iba a creer dijera lo que le dijera así que decidí contraatacar.
- ¿Te me estás insinuando? No me lo esperaba de ti, aunque debí haberlo sospechado, del odio al amor hay solo un paso, ¿no? - Hizo una mueca de asco. No se lo esperaba.
- Qué más quisieras, niñata... - murmuró antes de irse golpeándome con el hombro al pasar. Respiré hondo. No había venido aquí a discutir sino por Jack, me recordé. Solo un rato más y estaré en casa, me repetí.

La gente reía y bailaba, Jack estaba siempre ocupado atendiendo a sus invitados y, aunque se habían formado pequeños grupos, todos ellos se conocían entre sí, lo que me hacía sentir más aislada y sola.
Junto a la piscina, separada por un camino de piedras, había una larga barandilla que daba al mar, una de las ventajas de tener una casa junto a la playa. Me alejé de esas personas que ni siquiera reparaban en mi presencia y fui hacia allí. Sentí que me observaban y giré la cabeza. Entre la multitud y la tenue luz pude ver unos ojos brillantes observándome. Sentí que el corazón me latía con fuerza y tuve el impulso de desviar la mirada pero no hizo falta, porque una de las personas que estaban junto a él se había movido y le había tapado con la cabeza. Continué mi camino hacia la barandilla. Indudablemente se trataba de Nigel, aunque su cara apenas estaba iluminada por la luz habría reconocido esa mirada y esa sonrisa pícara en cualquier parte.
Observé las olas romper en la orilla y retroceder sobre sus pasos para volver a caer en la trampa de la corriente y desaparecer de nuevo. Apenas se podía escuchar su ruido debido a la música pero disfruté del olor a salitre y de la humedad en mi piel. Observé por el rabillo del ojo cómo Nigel se acercaba con su natural gracia y soltura y se acodaba en la barandilla a unos pocos pasos de mi. Traté de mantener mi vista al frente y de tranquilizarme. Notaba su mirada y mi objetivo de mantenerme calmada me parecía cada vez más imposible. Por fin me volví hacia él. Tenía una sonrisa de diversión en los labios, como si yo fuera su nuevo juguete.
- No sabía que conocieras a Jack. - le dije al ver que no decía nada. Adoptó una pose chulesca.
- Conozco a mucha gente. - Ya me doy cuenta, pensé. - ¿Estás sola?
- Ya no. - le miré significativamente. Dio un paso hacia mi con una pequeña sonrisa, parecía que le había gustado mi respuesta.
Se escuchó un chapoteo a nuestro lado, los invitados se habían quedado en traje de baño y se tiraban a la piscina.
- ¿Te apetece darte un baño? - Me tendió la mano con caballerosidad. Me mordí el labio recordando la primera vez que bailamos. Él inclinándose ante mi, con la mano extendida.
- No he traido bañador. - Arqueó una ceja.
- ¿Vas a una fiesta en la piscina y no traes bañador?
- Solo voy a estar un rato por aquí.
- De todas formas, no te hace falta para meterte en la piscina, la ropa interior puede servir. - Me miró con travesura. Crucé los brazos sobre el pecho, sintiendo que enrojecía.
- Sigue soñando. - Se encogió de hombros.
- Tenía que intentarlo. - Se quitó la camiseta y se lanzó en bomba al agua, salpicando a los que estaban a su alrededor. El reflejo de la luz en el agua hicieron que sus ojos se vieran más azules todavía. Me hizo una seña con la mano para que me acercara pero negué con la cabeza, puso un puchero y saltó sobre otro chico, tratando de zambullirle.

Jack apagó las velas y aplaudimos. Fue abriendo los regalos uno a uno y los flashes de las cámaras no paraban de saltar. Llegó el turno de abrir mi regalo, sus ojos se iluminaron y se volvió hacia mi.
- ¡Es el único que me faltaba! ¡Gracias! - Lo miró deseoso pero lo dejó a un lado para continuar con los regalos de los demás.
Cortó la tarta y la repartió entre sus invitados. Me tendió un trozo y se sentó a mi lado.
- Gracias, eres un buen anfitrión. ¿Te ha gustado el juego? No estaba segura de si te lo habías comprado ya.
- Me ha encantado. Lo he buscado por todas partes pero no lo encontraba, ¿cómo lo has hecho?
- Tengo mis contactos... - dije haciéndome la interesante. - Es broma, lo compré en Internet.
Sonrió. Seguimos charlando mientras nos terminábamos el dulce. Se levantó y dejó el plato sobre la mesa.
- ¿Vienes? - me preguntó señalando la piscina. Negué.
- Se me ha olvidado traer el bañador.
- Menuda memoria tienes. - rió y se metió en el agua.
Conforme iban terminando de comer, los invitados hacían lo mismo. En la piscina cada vez había menos espacio y habían subido el volumen de la música. Un grupo de cinco estaba reunido junto a la barandilla y otro más numeroso sentado en las sillas, junto a la mesa de aperitivos. Me puse en pie, alejándome de los altavoces, y saqué mi móvil, había llegado la hora de marcharme. Pasé junto a las columnas que estaban en la entrada del patio y vi a Nigel apoyado en una de ellas con pose seductora.
- Te veo un poco aburrida. - Iba en bañador, con el pecho al descubierto y tenía el cabello despeinado y húmedo aunque el resto de su cuerpo ya se había secado.
- Ya me iba.
- ¿Tan pronto? - Me encogí de hombros. - Todavía queda mucha noche para divertirse, eso es que estabas con la compañía equivocada.
- ¿Tú me puedes dar una compañía mejor? - Pregunté incrédula.
- ¿Por qué no? - Presté atención a la canción que estaba sonando, era la misma que había sonado en mi graduación la primera vez que había bailado con Nigel. Se acercó, tomó mi mano entre la suya y la acercó a su pecho. Su otra mano descansaba en mi espalda y giramos lentamente, la música parecía venir de muy lejos. ¿Se acordaría él de que esta era la primera canción que habíamos bailado?
- Tranquila. - Me susurró al oído. Parecía como si estuviera reviviendo ese momento. Habían ocurrido muchos cambios en estos dos últimos meses. - Por cierto, - nuestras miradas se cruzaron - ¿qué ha pasado al final con Dean?
Desvié la vista y apoyé la cabeza en su hombro, cerrando los ojos.
- Ya no estamos juntos. - Susurré. No hacía falta alzar la voz, mis labios estaban lo suficientemente cerca de su oreja como para oirme respirar y tampoco era algo para gritar a los cuatro vientos.
- Ahora es cuando se supone que tengo que decir que lo siento, ¿verdad? - dijo al cabo de un rato. Le miré.
- No tienes por qué. Lo nuestro no avanzaba desde hacía un tiempo, lo que pasa es que hemos tardado en darnos cuenta.
- ¿Y cómo estás?
- Me siento extraña, como si me faltara una parte de mi, lo peor es que me sentía de la misma forma estos últimos meses, aún estando Dean a mi lado. - Me encogí de hombros. - ¿Quién sabe? Puede que la ruptura sea lo mejor.
Alcé la vista y me volví a cruzar con sus ojos.
- Me alegra que te lo tomes así. - Habíamos dejado de bailar pero aún sostenía mi mano en la suya. Había ternura y comprensión en su mirada pero también un brillo atractivo y retador. Su vista se desvió fugázmente a mis labios para volverla a subir hasta mis ojos, como si me estuviera pidiendo permiso. Se inclinó hacia mi con lentitud, me puse de puntillas y nuestros labios se rozaron, primero con delicadeza y después con ansias, como si hubiéramos estado esperando este momento desde el primer día que nos vimos, que, prácticamente, había sido así. Le rodeé el cuello con los brazos y sentí sus manos en mi espalda y mi pelo. Nos separamos con la respiración agitada.
Antes de poder decir una palabra sonó mi móvil, que había guardado en el bolsillo trasero de mi pantalón.
- ¿Si? - mi voz sonó débil, carraspeé.
- Cariño, ¿cómo va todo? - Era mi madre. - ¿Te lo estás pasando bien? - Sonreí y me alejé un poco de Nigel.
- Si, mejor de lo que pensaba. ¿Sabes? Creo que incluso me voy a quedar un rato más, ya te avisaré si hace falta que me recojas.
- De acuerdo. Ten cuidado y disfruta.
- Descuida. - Miré a Nigel, que me observaba con una sonrisa ladeada. Colgué el teléfono.
- Parece que al final te he logrado convencer para que te quedes. - Colocó sus manos en mi cintura.
- ¿Qué te hace pensar que me quedo por ti? - Su sonrisa se hizo más amplia.
- ¿Por quién sino? - Caminé unos pasos hacia atrás, noté la pared a mi espalda y me apoyé en ella. Recorrió mi cuello con sus labios y su barba de tres días me hizo cosquillas.
- ¿Por Jack? - bromeé distraida. Nigel rió y su aliento me puso la carne de gallina. Busqué sus labios y esta vez el beso fue más intenso. Pegó su cuerpo al mio y sentí que me ruborizaba. Dean había sido el primer y único chico al que había besado, me sentía extraña entre los brazos de Nigel aunque realmente cómoda.
Se separó y noté frío donde antes había estado él. Miró a nuestro alrededor, estábamos casi completamente ocultos tras las columnas, la luz más cercana era la de los faroles de metal que estaban junto al arco de la puerta.
- Tengo que volver con mis amigos. - Dijo. Colocó ambas mano en la pared junto a mi cabeza y me atravesó con la mirada. Me besó, dejándome con ganas de más y se acercó a un par de chicos que acababan de salir de la piscina.

Nigel pasó por mi lado y cruzamos una mirada de complicidad sin decirnos nada. Jack me presentó a algunas personas y la noche se hizo más amena. Los invitados se fueron marchando y Jack los acompañaba hasta la puerta, agradeciéndoles su visita. Decidí quedarme para ayudarle a limpiar. En la piscina flotaban unos vasos de plástico y me pareció ver algunos trozos de comida en el fondo. Hice una mueca de asco y cogí un recoge-hojas para piscinas que había en un armario junto a la mesa. Conocía bien esa casa, sobre todo ese jardín. Mientras Dean y yo estábamos juntos, Jack nos había invitado en numerosas ocasiones, incluso conocía a sus padres, sorprendéntemente aún más bajos que él pero igual de simpáticos.
Los vasos se me resistían, así que me incliné un poco más. Perdí el equilibrio y caí al agua. Miré a mi alrededor, había un puñado de chicas junto a la puerta del jardín, que rieron ante mi torpeza. Sentí que enrojecía y salí de la piscina lo más rápido que pude.
- ¿Te ayudo? - Se ofreció Nigel, inclinándose ante a la escalera.
- No hace falta. - Rechacé su mano y bajé la vista al suelo, avergonzada. Ya en suelo firme, me aparté el pelo mojado de la cara, la ropa me pesaba y se me pegaba a la piel.
- Al final sí que te has dado un chapuzón. - Se burló. - Me lo hubieras dicho y te hubiera acompañado.
Me estrujé el pelo y le mojé con el agua que salió.
- Se puede decir que ya lo has hecho. - Reí.
- Ahora verás. - Corrió hacia mi y huí sin parar de reir. Me agarró por la cintura y saltó a la piscina, arrastrándome con él. Traté de zambullirle pero era más fuerte que yo y fue él el que me hundió a mi. Cerré los ojos y sentí una ligera presión en los labios, salí a la superficie y le miré perpleja. Seguía sujetándome por la cintura, se acercó a mi oido y tuve que apoyarme en él para mantenerme a flote.
- ¿Es la primera vez que te besan bajo el agua? - Preguntó de forma retórica. Le empujé con suavidad, alejándole de mi y subí la escalera por segunda vez. Cogí la parte baja de la camiseta y la estrujé para librarme del exceso de agua. Nigel acababa de salir de la piscina, la camiseta blanca se le transparentaba y pegaba al cuerpo, lo que lo hacía aún más sexy que si no la llevara puesta. Me recorrió con la mirada y fui consciente de que también se transparentaba la mia, crucé los brazos sobre el pecho, tapándome. En ese momento llegó Jack.
- ¿Pero qué ha pasado aquí? - Desvió la mirada cuando se fijó en mi camiseta.
- Esta chica... - dijo Nigel en tono cansado y colocó una mano sobre mi hombro. - La he tenido que salvar, por poco se ahoga en la piscina. - Le miré boquiabierta y le dí un pequeño empujón.
- ¡No es verdad! ¡No me estaba ahogando!
Un grupo de chicas pasó por nuestro lado riéndose y señalándome descaradamente. Me cubrí aún más con los brazos.
- Os traeré una toalla. - dijo Jack.
- Qué idiotas... - masculló Nigel en voz tan baja que tardé unos segundos en entender lo que había dicho.
Jack volvió con una gran toalla y nos secamos con ella. El móvil de Nigel sonó y se alejó de nosotros.
- Ya verás cuando llegues a casa con esas pintas. - me dijo Jack riendo.
- Espero que mi madre no se altere demasiado. Por lo menos no hace frío, hubiera sido peor. - La sonrisa de Jack tembló y se removió el pelo de forma nerviosa.
- ¿Va todo bien? - Le pregunté.
- Dean ha llamado. - Respondió tras un momento de duda. Me miró, analizando mi reacción. Desvié la mirada y volví a sentirme culpable por lo de Nigel.
- ¿Y qué quería?
- Felicitarme. - Era lógico. - Dice que le gustaría estar aquí pero que el aire del pueblo le está sentando bien.
- Me alegro por él. - Dije con sinceridad. Nigel volvió y se puso frente a mi.
- Vamos, te llevaré a casa. - Señaló con la cabeza la salida.
- ¿Estás seguro? ¿Y tus amigos, no vas con ellos?
- Acabo de hablar con ellos, se las apañarán sin mi, aunque me echarán mucho de menos. - Le miré a los ojos, de un pálido tono azul a la luz de la luna, tratando de averiguar sus intenciones.
- Gracias. - Ignoré su comentario engreído.
- Id ya, yo me las apaño con esto. - Dijo Jack señalando los pocos platos que quedaban sobre la mesa.
- ¿No te importa? - Negó.
- Es mi fiesta, yo la organizo, yo la desmonto. - Me sonrió. Le devolví la toalla y me despedí de él.
Nigel me guió hasta su coche.
- ¿Por qué haces esto? ¿Quieres un plus por taxista? - Me quedé de espaldas a la puerta del copiloto.
- ¿Por qué tengo que tener una razón? - Me encogí de hombros, se inclinó ante mi y noté como el pulso se me aceleraba, cerré los ojos, esperando el beso. En vez de eso, me abrió la puerta del coche, rozándome con su brazo. - Me apetece llevarte a casa, ¿tan malo es?
Negué con la cabeza, sintiéndome algo decepcionada y ridícula y me senté. Cuando llegamos a mi casa le di las gracias y abrí la puerta. Me cogió suavemente de la muñeca.
- ¿No me das un beso de despedida? - Preguntó, mirando mis labios con una media sonrisa. Sin pensarlo dos veces me acerqué. Sus besos eran apasionados y salvajes pero aun así delicados.
- Ya nos veremos. - Le dije con una sonrisa mientras bajaba del coche.

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