viernes, 13 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 10 - EL CHIRINGUITO (SEGUNDA PARTE)

Me sequé los ojos maquillados, intentando no parecer un mapache, aunque en realidad no importaba. Sacudí la arena de mi vestido y respiré hondo. Volví a entrar en el chiringuito y localicé a mis amigos sentados alrededor de una mesa alta, junto al chico del pan y su grupo.
- Cath, este es Darren. - Me lo presentó Anne. - Y ellos son Leeroy, Nathan y Charlotte. Ella es Catherine.
Leeroy era rubio con unos pequeños ojos color avellana ocultos tras unas gafas. Nathan era moreno de piel y alto, de pelo oscuro y ojos negros. Charlotte era pelirroja, con la piel llena de pecas, unos labios gruesos y mofletes redondeados.
- Encantada. - Les dije. Me dejé caer en un taburete libre.
- ¿Estás bien? - Me preguntó Isabelle. Asentí fingiendo una sonrisa. No les engañaría por mucho tiempo pero sabía que no insistirían.
Darren y Anne hablaban sin parar, no sabía cómo se podían escuchar mutuamente con la música tan alta. Sus amigos parecían un poco tímidos, sobre todo Leeroy, que se le notaba incómodo en este ambiente, pero poco a poco se fueron soltando. Charlotte parecía haber hecho buenas migas con John y Nathan y Leeroy, sobre todo Nathan, charlaba con nosotras.
Apenas podía concentrarme en la conversación, me limitaba a sonreir y asentir en los momentos adecuados. Como si algo hubiera llamado mi atención, dirigí mi vista a la pista. Nigel acababa de terminar de bailar con una chica rubia y caminaba entre la muchedumbre con paso orgulloso. Parecía como si cada vez que levantaba la cabeza él estuviera ahí, sobresaliendo entre los demás.
- Tengo que hacer una cosa, ahora vuelvo. - Me levanté de mi asiento y cogí del brazo a Nigel. - ¿Puedo hablar contigo? - Tiré de él antes de que le diera tiempo a responder.
Nos alejamos de la música, quería que me escuchara bien. Le solté. Me miraba con una sonrisa traviesa.
- ¿Has cambiado de opinión? - Me evaluó con la mirada. Ignoré su pregunta.
- ¿Estás contento? Ya has conseguido lo que querías.
- ¿Qué quieres decir?
- Dean y yo nos hemos peleado.
- Yo no quería eso. - Bufé.
- ¿Ah, no? ¿Entonces qué es lo que querías?
- Yo solo... quería pasármelo bien.
- Pues espero que hayas disfrutado mucho. - Crucé los brazos sobre el pecho y volví a paso rápido con mi grupo. No quería estar allí ni un minuto más.
- Chicos, estoy cansada. Me voy a casa.
- ¿Y Dean? - Preguntó Anne.
- Hemos... - No quería dar explicaciones delante del francés y sus amigos. - Se ha tenido que marchar.
- ¿Cómo te vas a ir? - Esta vez era Isabelle quien preguntaba.
- Andando, hace una buena noche.
- ¿Te llevo? - Se ofreció John. Negué con la cabeza.
- Daré un paseo, me vendrá bien. Encantada de conoceros. - Le dije a los recién llegados. Me di media vuelta antes de que pudieran convencerme para que me quedara.
- ¡Ten cuidado!
- Sí, no os preocupeis. - Me despedí con la mano y salí de allí.
Recorrí el camino de madera que conducía al paseo marítimo. Se había levantado algo de viento y me cubrí los brazos con las manos para entrar en calor. Había sido una mala idea ir al chiringuito, tenía el presentimiento de que me encontraría con Nigel y aun así le insistí a Dean para que viniéramos. Suspiré. Me esperaba un buen trecho hasta llegar a casa.
- ¡Catherine! - Miré hacia mi derecha y vi a Nigel en un coche rojo brillante, las lunas traseras estaban tintadas de negro, como no. Volví mi vista hacia el frente y aceleré el paso, intentando no darle importancia al hecho de que se acordaba de mi nombre. Él conducía despacio, siguiendo mi ritmo. - Catherine, ¿no me vas a hablar? - no respondí. - ¿Te acerco a dónde quiera que vayas?
- No me subo a coches de desconocidos. - respondí sin mirarle.
- Pero si me conoces...
- ¿De haber bailado contigo unas cuantas veces? - Me paré y me giré hacia él. - Sí, se puede decir que somos íntimos. - Puse los ojos en blanco y continué andando.
- ¿No confías en mi? - parecía ofendido.
- Me apetece andar. - esquivé la pregunta. No sabía si confiaba en él o no, apenas nos conocíamos aunque me sentía segura cuando estaba a su lado.
- Pues con esos tacones no vas a llegar muy lejos.
- Me los quitaré.
- ¿Para que te claves algo o pises algún bicho? - Un desagradable escalofrío recorrió mi columna al imaginar una cucaracha aplastada bajo mi pie. - Además una chica sola, en mitad de la calle, con ese vestido y ese rostro ingenuo... - Continuó. - ¿No crees que algún depravado se podría aprovechar de ti? - Bajé el ritmo. ¿Rostro ingenuo? ¿Depravado? ¿Pero de qué iba este chico?
- ¿Y cómo se que tú no eres un depravado? - Le miré y se encogió de hombros.
- Tendrás que arriesgarte. Venga, sube, te prometo que seré bueno. - paró el coche y puso cara de inocencia.
- Seguramente me arrepentiré de esto. - murmuré para mí ocupando el asiento del copiloto.
- ¿Dónde te llevo? - Preguntó con una sonrisa de satisfacción.

Condujo hasta mi casa, la música de fondo de la radio ayudó a que el silencio no fuera tan incómodo.
- Gracias por traerme. - Me quité el cinturón de seguridad y miré las luces apagadas de mi casa. Mi madre debía de estar dormida.
- No hay de qué. - Miré mis manos, que descansaban en mi regazo.
- He sido injusta contigo. Te debo una disculpa.
- ¿Por qué?
- Por lo de Dean. Nuestra relación estaba pasando por un bache y tú solo apareciste en el momento menos adecuado. Pero me gustaría saber una cosa, ¿qué es lo que querías de mi? - Volví la vista hacia él, me observaba pensativo.
- No lo sé. ¿Tal vez besarte? - Dijo en tono de broma.
- ¿Y después qué? - se encogió de hombros. - ¿Te diviertes ilusionando a las chicas, haciéndoles creer que son únicas y preciosas cuando en realidad hay una gran fila detrás de ellas esperando impacientes su turno para que las hagas sentir especiales?
- Yo no hago eso. - se defendió, frunciendo el ceño.
- Deberías pensar en los sentimientos de los demás y en las consecuencias que puede tener lo que haces. - Apretó el volante entre sus manos y me arrepentí por decirle lo que pensaba. - Perdona, no pretendía juzgar tu forma de ser. No soy nadie para darte consejos. Mejor me voy. - Abrí la puerta.
- Espera. - Me sujetó por la muñeca. - No era mi intención que os peleáseis.
- Lo sé. - Me bajé del coche. - Lo arreglaremos, es cuestión de tiempo. - Soné más segura de lo que me sentía.
- Suerte. - Me deseó. Cuando llegué a mi puerta escuché las ruedas alejándose por el asfalto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario